La negociación salarial, una pelea cruzada de presiones para Vidal

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Por MARIANO PÉREZ DE EULATE
mpeualate@eldia.com

La “rebelión” de los intendentes bonaerenses del opositor Frente Renovador, quienes avisaron que piensan dar aumentos salariales a los empleados municipales por arriba de la pretensión del 15 % que impulsa María Eugenia Vidal, no parece desvelar demasiado a los funcionarios del gobierno provincial. “Puro cotillón massista”, se escuchó en despachos oficiales a modo de explicación. Donde se admite, además, que la verdadera preocupación es la negociación con los docentes, que se inicia mañana.

Todos los escenarios de trabajo que se trazan en Educación y en Economía son de conflicto con los principales sindicatos de maestros. “Si tienen decidido hacer paro que al menos lo hagan antes del inicio de clases”, desean en la Gobernación, resignados. Suena utópico. Los gremios ya avisaron que no aceptarán un 15% de incremento y menos sin cláusula gatillo de actualización por inflación. Cerca de Vidal dicen que la famosa cláusula no es una opción que hoy se maneje.

Esa postura férrea de Vidal estaría evidenciando lo que en Cambiemos se admite fuera de micrófono: la enorme presión que recibe por estas horas la gobernadora desde la Casa Rosada para mantener la paritaria provincial dentro de los parámetros de inflación estipulados por el Banco Central. Esas pautas inflacionarias, en verdad, son relativizadas por la mayoría de los economistas independientes, que auguran una suba de precios de alrededor del 20%. “Reconocer la cláusula gatillo es admitir que la inflación estará por arriba del 15%”, explican voceros oficiales.

Para el presidente Mauricio Macri, una paritaria exitosa en Buenos Aires sería un triunfo político que marcaría tendencia en el resto del país y en todos los estamentos estatales. Vidal está obligada a soportar esa presión sobre su gestión, consciente de que será enormemente beneficiada por el aumento de fondos que le llegarán de acuerdo a las negociaciones con las provincias cerradas en el agitado fin de 2017. Es un compromiso, además, que asumió con Macri en persona, explican cerca suyo.

Curiosa paradoja la de esa bendita cláusula gatillo: el año pasado era rechazada fuertemente por los gremios y ofrecida por el gobierno provincial como garantía de que los salarios estatales no perdería poder adquisitivo frente a la inflación; este año la cosa es al revés porque son los sindicatos los que la quieren para empezar a hablar y Cambiemos la rechaza como parte del mecanismo de negociación.

Acaso se guarde como una jugada de último momento si las negociaciones se estacan o el inicio de las clases -estipulado para el 5 de marzo en el nivel inicial y para el 12 en el resto- se dilata demasiado. Podría ser algo así como una bala que no se quiere jugar de entrada. Cautos, en el gobierno prefieren hablar sólo de la posibilidad de un “mecanismo de revisión” ante la posibilidad de que la suba de precios sea más alta de lo esperado por el Gobierno.

Si bien la postura de los intendentes opositores no preocupa tanto, es innegable que se suma como elemento de presión en toda la negociación salarial. No llamó demasiado la atención en la gobernación la postura de los alcaldes hipercristinistas, como Mario Secco de Ensenada o Jorge Ferraresi de Avellaneda, porque suelen pararse en la vereda de enfrente de todo lo que propone Cambiemos.

Pero en el caso de los massistas sorprendió un poco debido a que muchos de los distritos gobernados por los renovadores están más que comprometidos en el aspecto económico-financiero. “Ellos firmaron un pacto de responsabilidad fiscal y tienen que cumplirlo”, explican en la gobernación a modo de adelanto de uno de los argumentos que utilizará Vidal cuando la discusión se traslade a los hechos concretos.

“Ellos dan el aumento que quieren y después vienen a pedirnos plata a nosotros para poder pagarlo”, se quejan voceros oficiosos en Economía. Los intendentes del Frente Renovador explican que no respetarán la pauta del 15% de aumento a sus empleados por consejo de los economistas del espacio, encabezados por el ex ministro Roberto Lavagna. Suena a orden que viene de arriba.

Es por eso que algunos dirigentes del vidalismo creen ver en la dureza de los massistas -una decena de jefes comunales- un mecanismo de presión indirecta para mejorar las chances de ese sector político en ciertas negociaciones que se están llevando adelante con discreción para ocupar determinados lugares en organismos estatales que aún no han sido definidos luego del cambio de escenario político que supuso la elección del medio término del año pasado.

Lugares en el directorio del Banco Provincia, sillones vacantes en el Tribunal de Cuentas, ciertos cargos en la Justicia. Todo eso es parte de conversaciones que involucran al llamado peronismo dialoguista, al Frente Renovador y, claro, al oficialismo de Cambiemos.

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