Sin doblez
Edición Impresa | 25 de Febrero de 2018 | 08:14

Por DR. JOSE LUIS KAUFMANN
Monseñor
Queridos hermanos y hermanas.
No resulta fácil hacer consideraciones escritas sobre lo que indica ser una sociedad integrada por muchas personas falsas, mentirosas, hipócritas, a quienes no les importa nada de nada y que, al mismo tiempo, tienen una postura rígida de crítica contra todos desde su propia autosuficiencia.
En casi todo el mundo existen instituciones que son de mucho peso y cuya finalidad consiste en divulgar y afianzar doctrinas e ideologías nefastas, persiguiendo denodadamente a todos aquellos que opinan de otro modo o denuncian la falsedad de sus propuestas. Estos organismos son intrínsicamente absurdos, ya que proceden en contra del orden natural y lo hacen con tanta astucia que pretenden modificar normas de conducta y principios estables-lógicos que no están sujetos a cambios de ningún tipo.
La hipocresía se ha institucionalizado y ha cautivado a los débiles en todos los órdenes. Así, hay falsedad en los enunciados sobre la sexualidad humana y el matrimonio, que han sido asumidos como normales por los medios de comunicación, intentando imponer la llamada ideología de género que no es otra cosa que una degeneración de la especie.
En el ámbito político, la dualidad o hipocresía ha deteriorado los fines de la política misma, haciendo de ella una estructura de corrupción descarada, que busca la acumulación de bienes personales desconociendo las situaciones de miseria en que vive un notable número de ciudadanos.
Hasta que la hipocresía no sea un aguijón en el corazón de cada ser humano, será difícil que se remedie la situación global, ya que es el corazón de cada varón y de cada mujer que deben asumir la responsabilidad de vivir sin doblez, en la honestidad, en la verdad, en la coherencia.
Los sistemas económicos son de una hipocresía palmaria, tanto en los regimenes liberales como en los capitalistas, donde siempre se prioriza al que ya es poseedor de bienes que sólo necesita para seguir multiplicándolos a costa de los menesterosos, sin objetivos solidarios, sin generosidad, sin una auténtica dimensión humana integral.
En el orden religioso… tengo la experiencia de haber sido escupido al paso, sin mediar palabra, por un miembro de otra confesión, que también rinde culto al único Dios (de cuyo acto no es responsable la religión a la que pertenece); pero lo cierto es que se ha instalado una hipocresía lamentable y sumamente dañina, que reniega de la fe y no vive en la abnegación propia de la fe que dice profesar.
Y podríamos seguir. Situaciones análogas se dan en los distintos órdenes, como el laboral, comercial, judicial, social, recreativo, científico, etcétera.
Hasta que la hipocresía no sea un aguijón en el corazón de cada ser humano, será difícil que se remedie la situación global, ya que es el corazón de cada varón y de cada mujer que deben asumir la responsabilidad de vivir sin doblez, en la honestidad, en la verdad, en la coherencia.
Jesús, el Señor, cuando elije a sus apóstoles valora manifiestamente esa condición, como cuando dialoga con Natanael, ante Felipe, y reconoce que es un “varón sin doblez” (Jn 1, 47). Es cierto que Jesús sufrió la traición de Judas, a quien también había elegido para el apostolado, pero los once restantes permanecieron fieles y fueron consecuentes con las enseñanzas del Maestro.
La hipocresía corroe el corazón humano mientras que la sinceridad lo dignifica. La falsedad engendra la desconfianza, pero la honorabilidad construye una sociedad de hermanos. Es necesario optar por la verdad.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE