Obstáculos en la vida

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Por DR. JOSE LUIS KAUFMANN
Monseñor

Queridos hermanos y hermanas.

La vida humana tiene la complejidad propia del tiempo y del espacio, además de lo que puede aportar la inteligencia y la voluntad de los individuos; pero, como ya se dijo, el mayor obstáculo para una vida plena en orden a la trascendencia está en lo más íntimo de cada persona. Ya lo había expresado el profeta Jeremías: Así habla el Señor: ¡Maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en la carne, mientras su corazón se aparta del Señor!... ¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en él tiene puesta su confianza!... Nada más tortuoso que el corazón humano y no tiene arreglo: ¿quién puede penetrarlo?...” (17, 5. 7. 9).

Es en el interior de cada ser humano donde nacen y crecen los mayores desvíos, que ante todo dañan al propio individuo. Y ahí, en el corazón humano, se cultivan todos los obstáculos para una vida en consonancia con el designio salvífico de Dios. Desde el libro del Génesis puede verse en la Biblia el reproche de Dios a la corrupción de la humanidad (cf. 6, 5 ss), pero se mantiene encendido el Amor misericordioso de Dios por la salvación y la felicidad de la única criatura formada a su imagen y semejanza (cf. 1, 26).

Jesús, en la plenitud de los tiempos, advierte a la multitud y le dice: “…Del corazón proceden las malas intenciones, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las difamaciones. Estas son las cosas que hacen impuro al hombre…” (Mt 15, 19-20).

“El pecado está presente en la historia del ser humano: sería vano intentar ignorarlo o dar a esta oscura realidad otros nombres.” Y todo pecado, desde el más pequeño hasta el más grave, daña prioritariamente a quien lo comete

Todo ser humano tiene la capacidad de reconocer sus pecados, sus impurezas, que lo alejan y distancian de Dios, es decir esas “cosas” que lo denigran y degeneran, pero la soberbia - que con cada pecado se arraiga más - lo lleva a disfrazar esa vida corrupta intentando manifestarse a sí mismo como bueno, sin manchas… Esa dualidad, esa hipocresía lo desequilibra y enferma su mente y su corazón. Y lo peor es que así se obstaculiza la auténtica felicidad, porque de hecho así expresa que prefiere las bagatelas o las imitaciones y desprecia las joyas legítimas…

“El pecado está presente en la historia del ser humano: sería vano intentar ignorarlo o dar a esta oscura realidad otros nombres.” (Catecismo, 386) Y todo pecado, desde el más pequeño hasta el más grave, daña prioritariamente a quien lo comete y luego a quienes resultan perjudicados. En eso consiste la ofensa a Dios: en que se agrede y vulnera a la criatura hecha a semejanza de Dios.

Existe como una carrera irracional en la que muchos - dotados de razón - se precipitan en el abismo de la nada y arriesgan perder su existencia; pero Dios les saldrá al encuentro hasta el último instante. El problema está en que la irracionalidad no tiene parámetros ni docilidad ni capacidad de responder al Amor Infinito… ¡Sólo Dios puede obrar prodigios de salvación!

Ningún obstáculo, por significativo que sea, puede vencer nuestra fe - que es un Don de Dios - y si vivimos en coherencia con la fe también podremos alcanzar el perdón de nuestros pecados, lo cual nos permitirá avanzar por el camino emprendido hacia la Vida plena. Sin embargo, será necesario arraigarse en los valores esenciales del cristianismo: la caridad, la humildad, la verdad, la justicia, la honestidad, la fidelidad…

Si Dios está en ti y tú estás en Dios, no habrá tempestad ni obstáculo que te desanime. “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Fil 4, 13), afirma san Pablo.

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