Entran por una puerta y salen por la otra
Edición Impresa | 13 de Marzo de 2018 | 03:37

Esta es la frase que más podemos escuchar en la calle y en muchos medios referida a estos niños que cometen actos delictivos y no son punibles por su edad. Por lo general se mueven en grupos: para algunos es la única forma de pertenecer a algo. En mi opinión estamos en un tiempo en el cual pensar que estos niños hacen lo que hacen por un problema psiquiátrico o psicológico es tirar la pelota fuera de la cancha. Estos niños son el síntoma de una sociedad que excluye, que margina, y que luego quiere hacer desaparecer, como sea, la responsabilidad que tiene al respecto: es un delincuente, tiene un problema psicológico, los padres no lo educaron, hay que medicarlos, hay que encerrarlos. ¿Y que hacíamos los ciudadanos que supuestamente no somos delincuentes, que no tenemos problemas psicológicos, que sí sabemos educar, con estos niños? ¿O la solidaridad es sólo para cuando hay una catástrofe climática? ¿Y las catástrofes sociales, económicas, políticas? ¿Qué pasa que hay un rebrote de estas bandas cuando se cierran escuelas y centros culturales, cuando las políticas tienden a protocolizar las prácticas, dejando de lado toda particularidad? En las publicidades no hay nada más sano que un niño sucio, siempre y cuando viva en una casa digna de un barrio acomodado y compre el producto que se muestra en pantalla. Si el pibe sucio aparece en un semáforo queriendo limpiar un vidrio, muchas ventanillas se cerrarán. Y es cierto que tal vez ese niño no tuvo una familia que pudo alojarlo, pero ojo, volvemos a desalojarlo con el cierre de la ventanilla. Entran por una puerta y salen por la otra. No hay alguien que lo aloje. Nosotros como sociedad tampoco. Cuando queremos que se queden en algún lugar ya es tarde, porque es después que rompieron el vidrio del negocio, o robaron un celular. Antes de eso los vimos en la calle muchas veces sin dirigirles una palabra.
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