El humor de Disi, habitual visitante de la Ciudad

El actor charló con EL DIA durante su penúltimo paso por La Plata. En los inicios de su carrera, filmó una película sobre Estudiantes

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Emilio Disi siguió laburando hasta que el cuerpo se lo permitió, porque, como le decía a EL DIA en septiembre de 2016, en su penúltimo paso por las tablas de la Ciudad, “si dejo de laburar, envejezco diez años en una semana”.

Aquella vez trajo al Coliseo “Ataque de risa”, un proyecto “desgenerado” donde interpretaba a “un candidato a presidente, un corrupto ya desde antes de asumir” que le decía a su secretario: “Quédese tranquilo... el presidente que me suceda va a ser el más honesto de la historia de la Argentina... porque no le voy a dejar un mango para nada”.

Su último paso por La Plata fue en mayo del año pasado, de la mano de “Sálvese quien pueda”, junto Flor de la V, Osvaldo Laport y elenco.

Disi siempre tuvo conexiones con la Ciudad: fue parte en los comienzos de su carrera de “Somos los mejores”, cinta que puede verse en YouTube que retrataba a un grupo de hinchas que viajaba a ver el partido entre Estudiantes y Manchester, en la que incluso aparecen varios jugadores de aquel equipo campeón del mundo.

En una de sus tantas visitas a La Plata, el humorista quiso conocer el techo del Coliseo “porque me dijeron que lo iban a reparar unos japoneses. Y tiene una escalera caracol gigantesca, no terminaba nunca de subir... Cuando llegué, no podía caminar porque estaba todo podrido. Y cuando quise bajar, me acordé que sufro de vértigo, y tuve que bajar sentado y con los ojos cerrados. Fue lo más feo que se te pueda ocurrir”.

Por aquellos días, el actor no había hecho pública su enfermedad: en 2017, cuando contó que batallaba contra un cáncer de pulmón, se sentó a hablar con Susana en lo que sería su última entrevista, a pura emoción.

“Bajé como 14 kilos. La quimio te saca el hambre, te arruina el estómago y los riñones. Es veneno, pero lo jodido te lo saca”, afirmó el actor entonces.

Disi perdería finalmente la batalla pero, hasta el final, siguió haciendo lo que amaba: hacer reír, un género “subestimado” porque, decía citando a Sandrini, “para llorar se ha inventado la cebolla, pero no se ha inventando ninguna verdura para hacer reír”.

“Para llorar se ha inventado la cebolla pero no hay ninguna verdura para hacer reír”

 

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