El Palacio Barolo

 En la porteña Avenida de Mayo visitamos el primer edificio de hormigón armado que durante años fue el más alto de Sudamérica y conocimos el sueño de su constructor, el arquitecto Mario Palanti, autor del Palacio Salvo de Montevideo, su edificio gemelo. 

 La Argentina es el lugar en el mundo con la mayor cantidad de italianos fuera de Italia. No sólo poblaron el país, también consiguieron e impulsaron trabajo, criaron a sus hijos y trajeron sus hábitos e ilusiones, en  centurias de traslados y desapegos.

 Luis Barolo fue uno de esos italianos que allá por 1890 se instaló en el país con sus máquinas para hilar algodón, promovió su cultivo en el Chaco y  se dedicó a la exportación de tejidos. Aparte de productor agropecuario, imaginó y construyó, en la más afrancesada de las calles porteñas, un palacio completamente inspirado en la Divina Comedia de Dante Alighieri.  

Recorrer el Palacio Barolo tiene algo de onírico. Es un edificio dedicado íntegramente al alquiler de oficinas y salones en un inmueble con reminiscencias de los años veinte, cuando la Avenida de Mayo era la París de América Latina, con sus cafés y mesas en las veredas, puestos de diarios, España y personajes célebres recorriéndola como Federico García Lorca, Carlos Gardel, Le Corbusier, Borges, Giaccomo Puccini o Einstein.

 En el Barolo será Tomás Tharigen, de Palacio Barolo Tours  -creado por su hermano Miqueas en el 2004 para la promoción y difusión del edificio y legado simbólico de su bisabuelo, – quien, sin concesiones y con una sonrisa, nos introduce en el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso de Dante Alighieri.

“Estamos en el Infierno”,  dice  señalando rastros del averno urbano. “La división general del Palacio y de la Divina Comedia es en tres partes. Las nueve bóvedas de acceso representan los nueve pasos de iniciación y las nueve jerarquías infernales”.   De ahí en más, todos los detalles del edificio resaltarán algún aspecto de la obra de Dante y su sentido espiritual. También hará referencia a lo masón -Dante, Barolo y el arquitecto Mario Palanti eran masones- dejándonos intuir una idea del sentido y función del Barolo.

Subimos. Pienso que estos cien metros de altura  hicieron que el Barolo fuera el edificio más alto de Latinoamérica hasta que el Kavanagh lo destronó. Vamos al Purgatorio, que se extiende del piso 1 al 14 y cada dos, un pecado capital. Es breve nuestra estadía donde se purifican las almas y pasamos en ascensor directo al piso 14, donde, hasta el piso 22, entramos al Paraíso, con ocho pisos por los ocho planetas del sistema solar de Dante.

  Luego de seis pisos por escalera, llego, exhausta.  “Bienvenida al cielo”, dice Tomás. y por unos segundos me ilusiono con la exclusividad del saludo al ser la primera en llegar. Ah, si esto es el cielo, todo puede terminar aquí. La vista de Buenos Aires bajo un tibio sol invernal justifica el cansancio. Aún falta el faro,  los nueve coros angelicales y el sueño, esta vez del arquitecto, de enmarcar con luz el acceso a la desembocadura del Río de La Plata. También obra de Palanti, en Montevideo está el edificio gemelo, el Palacio Salvo.
Lentamente abandonamos la cúpula bajando por las mismas escaleras de la subida. “Por último vamos a conocer una oficina ambientada en los años 20”, nos avisa el guía. Llegamos y  entramos tímidamente a una sala de vitrinas,  libros y madera. 

-Vengo a pagar el alquiler, espero no haya aumentado – dice una señora que ocupa rápidamente el sillón principal.

-Sello estos boletos y estoy con usted- dice Tomás.

Una niña de rasgos orientales señala un teléfono de época. Su padre le sostiene el tubo mientras ella habla con sus parientes al otro lado del océano. Allí estamos, descansando y ofreciendo nuestros tickets para el sellado. Disfruto el desenlace de la fantasía como una de esas películas que presumís el final y así y todo no querés que terminen.

En la calle me acuerdo de unos dibujos de Rep* sobre La Divina Comedia, enmarcados en la oficina de los años 20. "Dante y Virgilio se enteraron que el edificio Barolo de Buenos Aires está basado en los tres poemas de la Divina Comedia. Entonces se vinieron, para recorrerlo y recrear aquellos memorables cantos. Y sobre todo, para llegar a una conclusión…¿A qué se parece Buenos Aires? ¿Al Infierno, al Purgatorio o al Paraíso?

Algunos números: se usaron 4300 m2 de cemento armado, 8300 m2 de mamposteria, 1400 m2 de material para pavimentos, 70 mil bolsas de cemento, 650 toneladas de hierro y más de 1500 ladrillos.

  

 Hay visitas guiadas diurnas, nocturnas, individuales y grupales (con reserva previa). El ticket lo obtienen en un kiosquito de madera antiguo con un vitraux en el techo, en la Planta Baja del Palacio. La visita consiste en recorrer el edificio, conocer su historia, el mirador y el Faro de la torre. Dura aproximadamente 45 minutos. El valor por persona es de $311, sábados y feriados $322 por persona. Para residentes argentinos presentando el DNI, el valor es de $250 por persona, sábados y feriados $272 por persona. 

Antes de volver, Cercana recomienda un espeso chocolate con churros en la confitería del Hotel Castelar. Ahí nomás, a dos cuadras del Barolo. 

*Dibujante y humorista gráfico

Palacio Barolo

Avenida de Mayo 1370

Ciudad Autónoma de Buenos Aires – Argentina

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