El padre de la democracia moderna

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Por DANIEL SALVADOR (*)

A finales de abril, la ciudad de La Plata contará, en su céntrica Plaza Moreno, con una estatua de quien es recordado como el “padre de la democracia moderna” en la Argentina, don Raúl Alfonsín.

No se trata sólo de un merecido homenaje, se trata de una renovación del compromiso que aquel notable ex presidente nos legara a los argentinos: la materialización de su ideal de una vida mejor para todos.

Alfonsín dio el primer paso, central y “sine qua non” para alcanzar esa vida mejor. Fue no solo recuperar la democracia como método de selección popular de los gobernantes, sino como plena vigencia de las libertades públicas y como garantía de los derechos individuales.

Para ello resultaba imprescindible quebrar el triste ciclo de la historia argentina, iniciado en 1930, de sucesión de gobiernos democráticos mezclados con dictaduras militares, que llegaron, en su última versión, al extremo de violentar los más elementales derechos humanos. Era pues imprescindible acabar con la impunidad de quienes se atrevían a quebrar el orden constitucional. Con coraje, pocas veces visto, el presidente Alfonsín decidió juzgar a los responsables de la última dictadura militar.

Suele ser aventurado opinar sobre aquello que no ocurrió, pero si el proceso de juicio a los responsables militares no hubiese llegado a buen puerto, la vida del propio Alfonsín hubiese corrido peligro.

No son pocas las veces que, pasiones de por medio, la reflexión no tiene en cuenta aquello que José Ortega y Gasset definía como “el hombre y sus circunstancias”.

Pero el doctor Alfonsín iba más allá que la mera -y nada menor- recuperación democrática. Interpretaba que la democracia debía ser portadora de soluciones básicas para el género humano.

Lo decía en su célebre, y no tan comprendida, frase que rezaba “con la democracia se come; con la democracia se cura; con la democracia se educa”.

Desde lo filosófico representaba la entronización de la igualdad de oportunidades sin distinciones de ninguna especie. Desde lo práctico, significaba concretar ese anhelo de una vida mejor.

No se trataba de dones mágicos que el mero hecho de contar con un gobierno de origen popular garantizaba. Se trataba y se trata de alcanzar objetivos que requieren esfuerzos, sacrificios, trabajo, tesón, vocación, dedicación.

Se trata de seriedad, de honestidad, de transparencia, de compromiso colectivo, de responsabilidad, tanto desde el gobierno como desde la sociedad.Pero también se trata de un impulso superador por parte de cada uno de los ciudadanos. De cumplir con las leyes, sin cortapisas.

Alfonsín nos legó la democracia y su ideal de una vida mejor. A nosotros, de concretarlo.

 

(*) Vicegobernador de Bs. As.

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