Promisorio debut de Bertucelli, entre risas, miedo, angustia y absurdo

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Alejando Castañeda

afcastab@gmail.com

La secuencia de apertura es un joyita: se corta la luz en la casa de Robertina (Bertucelli), una actriz desbordada de ansiedad, dudas y miedos. Y ella y la mucama entran en algo parecido al pánico. Todo roza el absurdo, aunque jamás se desbarranca. La escena perfecta anticipa el tono de un film que saca de lo cotidiano las notas más angustiantes y disparatadas.

Este debut de Bertucelli como realizadora se ve con placer, sin pasos en falso. El libro se queda corto, es cierto, pero todo fluye con naturalidad. Ella está soberbia, pero hasta los actores secundarios menos relevantes (la decoradora, la depiladora) alcanzan un nivel exacto de naturalidad y realismo.

Promisorio debut de una actriz que se ha probado en varios registros y aquí se hizo cargo del libro y de la codirección. Robertina está en plena crisis: anda muy mal con su marido (“no sé si fue de viaje o me dejó”), está a pocos días de estrenar un unipersonal y tiene a su mejor amigo luchando en Copenhague contra un cáncer. Los miedos de ella van más allá del susto distinto. Y lo mejor que puede hacer es disparar. Por eso en Copenhague (esa secuencia no está a la altura del resto del film) el dolor le enseñará el rostro del verdadero miedo, pero también la chance de una reencarnación que le puede dar esperanza a esa vida llena de inseguridad y ausencias. ¿Qué hacer? Robertina vive en un tembladeral. Ni en su jardín, donde todo es viento y ruido, tiene un poco de paz. Está perdida y ella misma no acierta dónde extraviarse para poder empezar de nuevo.

El trabajo de Bertucelli como actriz e s magnifico, con esos tics que orillan siempre el absurdo, distraída, llorosa y desordenada, una mujer desolada que siente que el miedo es su única compañía. Como directora, su faena es más que prometedora. La reina del miedo es un film de clima más que de situaciones. Y de una refinada y precisa construcción visual. La dirección de actores es impecable, lo mismo el casting. Todos están en su rol. Hasta los papeles más breves (el ex marido, el agente de seguridad) tienen la dosis justa de sugestión y ambigüedad como para dejar todo en suspenso. Robertina ve más allá. La persona y el personaje se potencian. Sin teatro, sin esposo y sin amigo, solo la fantasía de una reencarnación parece sostenerla. Como siente que se ha quedado sin nada, al final fabrica un fantasma para darse esperanza. (**** MUY BUENA)

 

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