Gente que hace su trabajo: los héroes arremangados de Spielberg se van del cine
Edición Impresa | 7 de Marzo de 2018 | 04:54

Steven Spielberg siempre es bienvenido en la cartelera: dueño de un estilo narrativo clásico pero a la vez uno de los innovadores más importantes del lenguaje cinematográfico de Hollywood, sus películas pueden gustar más o menos, distraer más o menos con algunos mensajes explícitos y didácticos, pero estarán contadas siempre de manera atrapante y empática, y haciendo uso siempre de las herramientas más nobles del cine audiovisual, sin privilegiar el ego y ponerse al frente de la producción con esos truquitos y juegos formales que abundan en el cine posmoderno.
Spielberg es en ese sentido un cineasta profundamente clásico. Demasiado clásico para algunos, acostumbrados a las elaboradas formas que la ficción masiva ha adoptado como norma en el siglo XXI, rompiendo con las linealidades temporales y jugando con los puntos de vista. También es demasiado clásico para algunos su punto de vista, esa esperanza en los valores clásicos de Estados Unidos, que asoman como esperanza aún en sus cintas más oscuras.
Esas vetas del cineasta de Ohio vuelven a aflorar en “The Post”, que sale de cartelera mañana. ¿Por qué hay que verla?
DE QUÉ VA
En junio de 1971, los principales periódicos de EE UU, entre los que se encontraban The New York Times y The Washington Post, tomaron una valiente posición en favor de la libertad de expresión, informando sobre los documentos del Pentágono y el encubrimiento masivo de secretos por parte del gobierno, que había durado cuatro décadas y cuatro presidencias estadounidenses.
En ese momento, Katherine Graham (Meryl Streep), primera mujer editora del Post, y el director Ben Bradlee (Tom Hanks) intentaba relanzar un periódico en decadencia.
POR QUÉ VERLA
La película hace eje en este conflicto entre periodismo y Estado realzando el papel del periodismo para poner coto a los gobiernos, por lo cual tiene particular actualidad en la era de la posverdad.
Y si bien presenta este punto de vista utópico sobre los medios, no lo hace sin mostrar las sombras, revelando descarnadamente las tensiones entre empresa y prensa a la vez que la cámara se posa sobre el amor artesanal de los periodistas de entonces, envueltos en papeles, imprentas y máquinas de escribir.
En definitiva, claro, el punto de Spielberg es ingenuo: pero no porque Spielberg o el guión sean ignorantes o ciegos a la realidad, sino como una elección. Spielberg quiere regresar a aquella época: creer en cambiar para el cineasta no es señal de debilidad, sino de resistencia desde la esperanza, de no darse por vencido ante la evidencia de que nada funciona como debería, gesto preeminentemente posmoderno. Y en última instancia, visitar su cine “ingenuo” sirve para habilitar, aunque sea, este mismo debate.
QUÉ DIJO LA CRÍTICA
“En manos de Spielberg, el material se convierte en una reflexión sobre la ética, el compromiso histórico y el sentido del deber. La receta formal del más grande los realizadores contemporáneos, es la de siempre. Nada sobra. Hay suspenso, estudio de personajes, diálogos filosos, dinamismo, densidad histórica y sabrosos apuntes entrecasa. El guión fluye con naturalidad. Es un cine claro, potente, creíble. Los heroicos protagonistas del cine “histórico” de Spielberg siempre transmiten orgullo y dicha por el deber cumplido. Son hombres, como el mismo los definió, ‘que hacen su trabajo’. Enfrentan con una entereza absoluta las exigencias de un mundo que necesita nada más y nada menos que cada uno haga bien su parte. Y ponen nobleza y entrega en ese cometido”, escribió Alejandro Castañeda en su crítica en EL DIA el 2 de febrero.
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