Operación quirúrgica mirando a Rusia

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MOSCÚ

Más allá de la condena firme en distintos foros internacionales, el gobierno de Vladimir Putin reaccionó con moderación ante la incursión militar de Estados Unidos, el Reino Unido y Francia.

“No hubo víctimas rusas de los ataques”, se apresuraron a confirmar en el Kremlin, al tiempo que también aseguraron que no hubo respuesta militar de las tropas asentadas en Rusia a los bombardeos.

En cambio aseguraron que sus defensas misilìsticas en poder de las tropas sirias interceptaron y destruyeron 71 de los 103 misiles disparados en la madrugada de ayer.

Al mismo tiempo aseguraron que profundizarán las defensas sirias para evitar consecuencias similares en caso de nuevos ataques.

Pero más allá de los dichos, lo cierto es que el ataque contra el régimen sirio fue un delicado ejercicio de equilibrismo entre distintos factores, como ser la necesidad de mantener la promesa de acción ante un ataque químico y a la vez reducir el riesgo de provocar una reacción rusa. La síntesis fueron 103 misiles contra tres objetivos todos ellos supuestamente relacionados con la fabricación de armas químicas. Más que en la acción de abril de 2017, cuando Washington disparó 59 misiles de crucero Tomahawk, pero menos de lo que muchos pensaban.

La ofensiva, en sí, no tiene ningún valor estratégico, no cambia la dinámica bélica sobre el terreno, no erosiona el creciente control del territorio del régimen sirio y sus aliados rusos e iraníes. EE UU, Francia y Reino Unido han mostrado que están dispuestos a actuar. Pero fue un ataque cosmético, porque Rusia seguirá siendo el referente principal en Siria. (AP, EFE, AFP y TÉLAM)

 

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