Reformas en marcha y desafíos que aún esperan una solución
Edición Impresa | 18 de Abril de 2018 | 04:09

LA HABANA
En 2008, Raúl Castro se hizo cargo de un país en el que poca gente tenía computadoras o celulares, del que sus ciudadanos sólo podían salir al extranjero con un permiso especial y era difícil para cualquiera iniciar un negocio propio.
Una década después, sólo basta caminar por las calles de Cuba para ver el cambio dramático operado: hay miles de pequeños comercios, cafeterías, casas para alojar turistas, carteles de venta de viviendas y ofertas de productos del agro para beneficiarios de tierras en usufructo, mientras millones de personas se comunican con familiares y amigos en el exterior mediante un sistema de wifi público, limitado pero accesible. Además, desde que el mandatario cubano y su entonces colega Barack Obama restablecieron relaciones diplomáticas en 2015, una parte no especificada de la deuda externa de la isla fue condonada o reestructurada y el número de turistas se duplicó hasta alcanzar unos cinco millones de visitantes al año.
Castro será recordado porque se atrevió a romper el estigma de la iniciativa privada como incompatible con el sistema socialista cubano y permitió a partir de 2010 un incipiente mercado laboral independiente del Estado, que en tiempos de su hermano el fallecido Fidel hubiera sido impensable.
Aunque visiblemente los cambios son muchos, algunos de ellos parecen detenidos desde hace unos meses. Otros fueron menores a lo que se esperaba: la empresa pequeña y mediana, por ejemplo, no se legalizó; sigue sin abrirse un verdadero mercado mayorista, los emprendedores no cuentan con facilidades y la entrega de algunas licencias se congeló en agosto a la espera de nuevas regulaciones para el sector no estatal que nadie sabe a ciencia cierta en qué consistirán.
Y aunque es indudable la incipiente apertura a la iniciativa privada, el Estado aún centraliza buena parte de las actividades económicas: emplea a tres de cuatro personas en la isla y los salarios gubernamentales son bajos, equivalentes a unos 30 dólares mensuales, por lo que muchos trabajadores desvían mercancías bajo su cuidado para revenderlas en el mercado negro, mientras que familias enteras viven de las remesas que les envían sobre todo desde EE UU y Europa.
Tras caer en recesión de 2016, el crecimiento cubano en 2017 fue de apenas 1,6%. Mientras, miles de profesionales altamente calificados abandonan la isla cada año, con lo cual quedan cada vez más ancianos que generan nuevos desafíos sociales y de salud en una economía pobre.
En lo político, Cuba sigue con un modelo de partido único -que no parece que cambie en lo inmediato- con un fuerte control sobre las organizaciones sociales y poca tolerancia a los grupos disidentes que no tienen estatus legal, a los cuales las autoridades llaman “mercenarios” al servicio de grupos de interés en EE UU y Europa con el objetivo de destruir a la revolución.
Los problemas que enfrentará el sucesor de Castro, que según todo indica será el vicepresidente Miguel Díaz-Canel, son muchos y profundos. Entre ellos está el deshacer el complejo sistema de dos monedas que circula en el país y que hace que la mayoría de las personas deban pagar bienes en una (pesos convertibles) y reciban sus salarios en otra (peso cubano)
En los años 90 se creó el doble sistema y desde entonces circulan pesos cubanos -regularmente usado por los habitantes de la isla para cubrir parte de sus necesidades básicas - y convertibles -equivalente cada uno a 24 pesos cubanos- que suelen utilizar los extranjeros y la población para completar sus compras familiares. Castro reconoció varias veces las dificultades de la doble moneda -ambas emitidas por el Estado-, pero nunca logró la unificación.
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