Cerrar el duelo 36 años después
Edición Impresa | 6 de Abril de 2018 | 06:59

Por OMAR GIMÉNEZ
La última vez que María Vojkovic vio a su hermano Pedro fue en el living de su antigua casa. De rodillas en el piso, jugaba junto a sus sobrinos con unos autitos de colección Matchbox poco antes de partir hacia Malvinas, desde donde nunca más volvió. Su muerte en las islas abrió un largo y atípico duelo familiar, una de cuyas etapas se cerró el último lunes, cuando María, junto a su marido Carlos Alberto Zabala, pudo pararse frente a una tumba identificada con el nombre y el apellido de su hermano muerto casi 36 años atrás, en la guerra.
“Nuestra familia, como tantas otras que perdieron seres queridos en Malvinas, fue haciendo el duelo como pudo. Es un proceso que duró años. El hecho de tener ahora un nombre en una tumba tiene un significado cultural de gran importancia. Somos, en definitiva, seres sociales: para nosotros la muerte significa un lugar, un espacio, una tumba con un nombre”.
El cuerpo de Pedro Vojkovic - a quien su familia, de origen croata, sigue llamando Petar- fue uno de los 88 identificados el año pasado tras un minucioso trabajo forense. Y los familiares de esos soldados, cuyos restos hasta hace poco estaban en tumbas donde aparecía la leyenda “Soldado argentino sólo conocido por Dios”, pudieron el lunes, por primera vez, honrar a sus seres queridos en sepulturas identificadas con sus nombres y apellidos.
En total fueron 10 platenses los que viajaron a las islas, familiares de los soldados recientemente identificados Carlos Alberto Hornos, Ricardo Herrera, José Romero, Néstor González y PedroVojkovic.
Ya de regreso en La Plata, María Vojkovic califica al viaje como “duro emocionalmente y duro por el esfuerzo físico que exigió, sobre todo a las madres de esos soldados que llegaron al cementerio con sus andadores, sus bastones”.
En un viaje de emociones intensas, los nombres inscriptos en las lápidas ayudaron a cumplir una nueva etapa del prolongado duelo, dicen los familiares, quienes perciben, a su vez, que la sociedad hoy entiende de una manera diferente su dolor.
“El duelo es un proceso que no termina nunca, pero en el que hay muchas cosas que cambian. Hoy tengo la sensación de que la sociedad entiende más nuestro dolor, todo lo que nos pasó”, dice María Vojkovic.
El viaje dio lugar a sentidas ceremonias personales. María trajo piedras de la tumba de su hermano guardadas en un frasquito y algo de tierra del cementerio de Darwin. Llevó una típica piedra croata, de color blanco intenso y algo de tierra de City Bell, donde los hermanos se criaron, y los depositó entre las piedras de la sepultura.
Nuestra familia, como tantas otras que perdieron seres queridos en Malvinas, fue haciendo el duelo como pudo. Es un proceso que duró años”
María Vojkovic
“Me hubiera gustado llevar al cementerio las cenizas de nuestros padres, pero eso requería trámites largos y el viaje se organizó muy rápido”, dijo María.
Según el relato de los familiares platenses que viajaron a las islas, el vuelo desde Ezeiza hasta el aeropuerto de Mount Pleasant, en Malvinas, duró dos horas y media y fueron rápidos los trámites para ingresar.
Allí los esperaban micros en los que fueron trasladados en tandas los 214 familiares de los 107 caídos recientemente identificados junto a un grupo de funcionarios y colaboradores.
“Estuvimos alrededor de dos horas y media, en medio de esa geografía adversa. El clima nos favoreció y, aunque hacia mucho frío, estaba soleado y había poco viento”, dice María.
Para la platense, “en ese contexto era imposible abstraerse del dolor de los otros. Particularmente de las madres, que hicieron un gran esfuerzo físico para llegar hasta allí con sus andadores o bastones después de años de esperar una tumba identificada”.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE