“Aterrados”: Cuando lo perturbador emerge de lo familiar
Edición Impresa | 7 de Mayo de 2018 | 03:17

Pedro Garay
En la tradición del terror paranormal de “Poltergeist” o el cine de Carpenter, Demian Rugna se corre de los habituales callejones gore y bizarros del cine de género local en “Aterrados”, y lo hace, gran mérito, sin caer en el otro extremo, en la solemnidad.
El inicio es estremecedor: en un panorama donde el cine de terror parece haber agotado por explícito los modos de asustar, Demian Rugna perturba al espectador con su larga escena inicial, sentando las bases del conflicto de “Aterrados”. Hay algo que no se sabe bien qué es, pero es sobrenatural y está ocurriendo un barrio típico de Buenos Aires.
Pero tras este fuerte inicio, Rugna desacelera: arma la historia, retrasa el suspenso, abre tramas y narra con la solidez, con el aplomo de quien está convencido de lo que quiere contar, administrando recursos tanto de producción/económicos como de historia para desatar la película en un tramo final que empuja al espectador contra su butaca.
Ahora, si el espectador está tan comprometido emocionalmente en ese tercer acto, es por el tiempo que se toma Rugna, veterano del género, en el detalle, en la narración fina, en la construcción de criaturas mundanas, durante el segundo acto donde desarma la cronología lineal y explora esta aparición sobrenatural desde varios aspectos, revelando más y más aristas a algo que asoma ya insondable, imposible de explicar.
Y en ese choque entre lo mundano, lo barrial, y lo inexplicable, se apoya la cinta: Rugna sabe, como sabía Silvina Ocampo, que lo perturbador emerge siempre de lo familiar, de eso que creemos conocer pero que esconde oscuros rincones hacia los que preferimos no mirar, pero que de repente estallan. En esa familiaridad barrial en la que el espectador se siente reconocido, asoma un conflicto conocido (lo desconocido irrumpe) pero Rugna desarma ese descenso en lo insondable en diversas tramas y puntos de vista estirando la resolución, aumentando el suspenso.
La resolución, finalmente, llega, pero no. El tercer acto desciendo con sobriedad en ese universo paranormal que se asoma por la casa del vecino (literalmente) y envuelve con su locura al espectador, sin ofrecerle explicaciones. Con ánimos de secuela, puede ser, pero ese final abierto funciona a la perfección, estirando lo perturbador del filme mucho más allá del final de la película en la mente de la audiencia, que se lleva ese “poltergeist” cotidiano a la casa.
(**** MUY BUENA)
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE