Acertada decisión de enseñar y prevenir sobre los tatuajes
Edición Impresa | 18 de Junio de 2018 | 01:41

En buena hora acaba de desarrollarse en nuestra ciudad la tercera edición de un curso para tatuadores y colocadores de piercings, en el que participaron en forma gratuita unas cincuenta personas. Se trató de un ciclo de enseñanza sobre bioseguridad durante el cual se abordaron diferentes módulos temáticos relacionados a la seguridad e higiene que debe presidir a estas prácticas, tal como se informó desde la secretaría de Salud comunal, que es la que organiza estas jornadas.
En lo que se refiere a la creciente modalidad del tatuarse y de colocarse piercings, lo cierto es que se suscriben a ella en forma creciente numerosas personas, al punto de haberse convertido en una costumbre que forma parte de la cultura popular, que, inclusive, dejó de ser patrimonio exclusivo del universo joven para ser incorporada ahora por los adultos y personas mayores.
Sin embargo, a pesar de esta aceptación social, no puede menos que advertirse que las modificaciones corporales que se traducen en tatuajes, perforaciones o escarificaciones, suelen ser asociadas por los médicos con algunas enfermedades –potencialmente muy graves algunas de ellas- y con complicaciones que pueden ir desde daños locales por infección, desgarro, sangrado, reacciones alérgicas y cicatrices, hasta compromisos sistémicos como, por caso, la endocarditis bacteriana.
En ocasiones anteriores se mencionó en esta columna la imposibilidad existente de que algunas personas tatuadas puedan donar sangre o, al menos, que puedan hacerlo sólo después de cumplir algunos requisitos. Los reclamos apuntaron a señalar que esa restricción puede disminuir la cantidad potencial de donantes, cuando la política sanitaria apunta a lo contrario. Inclusive, existen otras especialidades médicas -que requieren de una aparatología médica de avanzada destinada, por ejemplo, al diagnóstico por imágenes - en las que se formulan serias advertencias referidas a los tatuajes.
Debería aludirse también aquí a la permisividad social existente para que, en lugares muchas veces inadecuados, algunos de ellos considerados de paso –donde no existen garantías objetivas de que se preserven principios de asepsia e higiene-, se realicen tatuajes o coloquen aritos a menores de 18 años de edad.
No se trata de cuestionar una moda preferentemente juvenil y está claro que cada individuo tiene derechos y libertades para disponer razonablemente de su cuerpo. Lo que se busca, acertadamente, es garantizar condiciones adecuadas de higiene y, en el caso de los menores de edad, exigir el necesario aval de los padres o responsables para decisiones que, en definitiva, interesan a la salud.
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