El corazón de la gente y la camiseta celeste y blanca

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Por LUIS MOREIRO
lmoreiro@eldia.com

Los periodistas generalmente bien informados dudan a la hora de titular. Algunos hablan de “Golpe de Estado”; otros optan por “Revolución Rusa”. Y desde aquí, a 13 mil kilómetros de Moscú, los pobres mortales futboleros comunes y corrientes sienten que están en un continuado de los programas chimenteros de Rial y de Polino, pero protagonizados por los mismos periodistas deportivos que suelen intentar explicarle a Diego Armando Maradona como es que se hace una rabona.

Todo, absolutamente todo lo que llega desde la concentración de Messi y su ballet (¿?) da vergüenza (para ponerle una definición que pueda ser leída dentro del horario de protección al menor). Y lo que nos llega desde otros lugares de Rusia por los que pasa la fantástica embajada de barras bravas, compadritos y “machirulos” originarios de nuestras pampas, incluso, supera en gravedad los dislates de una hoguera de vanidades entre los millonarios que corren (a veces, otras ni siquiera eso) detrás de una pelota y quienes dicen dirigirlos.

Las lacrimógenas y emotivísimas publicidades que cada cuatro años insisten en asociar el fútbol con los sentimientos patrióticos, los colores de la bandera, las innatas condiciones de todo argentino para convertirse en el mejor del mundo, como nunca, quedaron desubicadas. “Pongamos todo, como en el potrero”, les dice un pibe a los jugadores.

Salvando las distancias, hace recordar a la vieja frase del radical Juan Carlos Pugliese cuando puesto a ministro de Economía de Raúl Alfonsín dijo aquello de “les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”.

El martes un equipo con la camiseta con los colores de la Argentina saldrá a la cancha para jugar contra la Selección de Nigeria. Después de 90 minutos se sabrá si los que siguen en el Mundial de Rusia son los de la celeste y blanca, o los de verde.

En el fondo, y a esta altura de los acontecimientos, la continuidad en la competencia de los aparentemente sublevados chicos de Sampaoli (valdría la pena recordar que el técnico llegó al cargo avalado por los “históricos” del plantel) ya es lo de menos. Todos, absolutamente todos, están en el fondo del mar enredados en sus propias inoperancias, vanidades, mezquindades y veleidades.

Podrán volver con la Copa. Ojalá lo hagan. De donde no podrán volver desde el presidente de la AFA hasta el último de los colaboradores es de este mayúsculo y vergonzante papelón. Y, por favor, que nadie se atreva a volver a preguntar porque esta Selección no llega al corazón de la gente. Para saberlo alcanza con mirarlos. A todos.

 

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