Once años de diálisis esperando un riñón que le cambie la vida
Edición Impresa | 3 de Junio de 2018 | 03:51

Tres veces por semana. Esa es la frecuencia con la que Stella Rampazzo (55), platense, auxiliar docente, se dializa desde hace once años. La duración de las sesiones es de cuatro horas, “pero siempre demandan más tiempo, por el viaje o los preparativos. Y claro, te hacen perder mucha libertad de movimientos”, dice Stella, quien en función de esa rutina debió abandonar un trabajo docente y vio afectadas otras actividades en su vida de todos los días.
A la diálisis se suma la dieta, que es estricta, que mide especialmente la ingesta de líquidos y limita el consumo de muchas comidas, reconoce.
Para Stella, como para muchos otros pacientes que esperan un riñón, un órgano para trasplante implica la promesa de recuperar la calidad de vida perdida.
En el caso de Stella, la espera ya suma 11 años, pero eso no la sorprende. En tanto tiempo de diálisis conoció a mucha gente afectada que afrontó esperas promedio de 10 años.
“Todos los que esperamos sabemos que en esto también hay un poco de suerte. Tiene que aparecer un riñón para trasplante y que sea compatible en el momento en que uno esté en condiciones de ser trasplantado”, dice.
Desde que espera, a Stella nunca le tocó participar de ningún operativo. Atribuye esto, en parte, a que una complicación de salud por otro problema la obligó a salir de la lista de espera durante dos años.
“Mi hijo tiene 32 años y siempre quiso donarme su riñón, pero soy yo la que no quiero, porque no quiero exponer su salud”, dice.
Para Stella, la buena noticia de esta semana fue la media sanción a la reforma de la ley de trasplantes.
“Creo que es un paso adelante, sobre todo para aquellos que no tienen donantes relacionados y que pueden aspirar a conseguir un órgano con esperas más cortas si se agiliza la procuración”, opina.
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