La filosofía, una pasión de multitudes

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Por ABEL BLAS ROMÁN (*)
abelblasroman@outlook.com

¿Despierta la filosofía una pasión de multitudes? Exagerado, el interrogante incluye una desmesura deliberada, para llamar la atención sobre dos fenómenos puntuales: En los últimos tres años no ha dejado de crecer la matrícula del profesorado de Filosofía tanto en la UNLP, como en la Universidad Católica de La Plata. El mismo dato se verifica en la UBA y en la antigua Universidad de Córdoba, y es proyectable al resto de las casas de altos estudios del país. En “La Noche de la Filosofía”, celebrada en el CCK de Buenos Aires, el hermoso y amplísimo espacio fue desbordado de público, notablemente juvenil. Era 29 de junio, se estaba jugando el mundial de fútbol y Argentina estaba todavía en los octavos de final.

Se dirá que la oferta era atractiva: cuarenta pensadores del mejor linaje, entre argentinos e invitados extranjeros. Vale la pena mencionar algunos de los participantes argentinos:

Tomás Abraham, Ezequiel Adamovsky, Diana Cohen Agrest, María Luisa Femenías, Claudia Hilb, Esteban Lerardo, Alejandro Katz, Diana Maffía, Gustavo Santiago, María Carman, Darío Sztajnszrajber, Horacio Tarcus, Pablo Wright y Alejandro Rozitchner. A ellos se sumaron algunos extranjeros de la talla de los franceses Françoise Gorog y Thierry Grillet, el alemán Joaquín Warmburg o el español José Lasaga. Los reconocidos pensadores se reunieron con el público en un espacio especialmente dedicado al intercambio de ideas y la reflexión. Se habló de filosofía y fútbol, de filosofía “de a pie”, de “eco feminismo”, de filosofía en los cafetines y filosofía en el tango. También hubo música, artes visuales, proyecciones, gastronomía, talleres para niños y adultos, librería y más actividades relacionadas con el pensamiento. Solo faltaban los choripanes, los gorros y las banderas.

La popularidad de la filosofía también se ha convertido en un fenómeno de Netflix. Merlí es una serie de televisión española que ha alcanzado más de un millón de espectadores y un éxito singular trasladado a muchos países. Es protagonizada por un provocador y gracioso profesor de filosofía, que estimula a sus alumnos a pensar libremente mediante unos métodos poco ortodoxos, que dividirán las opiniones de la clase, el profesorado y las familias. Habla con sus discípulos al modo de Sócrates con los suyos.

El contenido, el lenguaje, el cuestionamiento profundo de las estructuras dominantes y la osadía y frescura de Merlí, tanto como su lucidez, demuestran que se puede disentir sin hacer piquetes ni pintarrajear las paredes.

¿Se está volviendo la filosofía tan popular como en los tiempos de Platón y Aristóteles en el ágora de Atenas?

¿Sirve esto para algo cuando los ciudadanos perplejos asisten a la falta de soluciones para la seguridad física, la salud pública y la educación de sus hijos?

¿Vale la pena “perder” tiempo filosofando cuando las incertidumbres acechan en todos los campos, en lo social, en lo político, en lo ético y en lo económico?

En tiempos de sueños rotos y mitos caídos; de políticas obsoletas y fanatismos crueles; de voces desaforadas y posiciones infundadas; de soberbias vanas e iras desatadas, se mira en derredor y se busca refugio: en Dios, en el arte, en algún ideal rescatado y también, a veces, se acude a la razón. Es entonces cuando algunos pocos, y luego muchos más, resuelven (como proponía la genialidad de Borges) “olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades”.

En época de radical incertidumbre como la que transitamos, con todos los poderes cuestionados, sean los institucionales o todos los demás, incluidos los académicos, la filosofía, enraizada en la historia misma de la humanidad, parece demostrar que por encima de desalientos circunstanciales y designios fatalistas, es conmovedor el esfuerzo de siglos perseverando por un mundo mejor. Es evidente que la sociedad contemporánea vive una creciente exigencia de apetencias materiales y privilegia la investigación práctica sobre las verdades trascendentes, pero si algo perdura, en medio del cambio incesante, es la esencia espiritual de los hombres y mujeres. Entonces la filosofía no es mero “amor a la sabiduría” (tal su significado verbal) sino aspiración de justicia, de libertad constante, en suma de la dignidad humana. Y es ella la que nos puede dar el motivo para que la vida merezca ser vivida, más allá de las angustias cotidianas.

Esta ciudad ha hecho aportes valiosos a ese quehacer milenario. Hoy, los talleres, cursillos, encuentros y programas televisivos se multiplican en la ciudad de Buenos Aires. Se destacan entre muchos los cursos de extensión universitaria de la UBA y el MALBA. Pero La Plata está en excelentes condiciones de promover el pensamiento, que como se ve no es ni una antigüedad ni un ejercicio ocioso.

Es necesario volver a la filosofía con sentido de actualidad por esos valores que no han perdido vigencia y hay que llevar a su plenitud para instalar con ejemplaridad: el entendimiento.

Esta nota tiene esa “esperanza humilde” del tango Volver: Desde sus universidades, institutos, fundaciones y medios de comunicación debemos iniciar la urgente tarea de elevar el nivel del debate de nuestros conflictos.

 

(*) Ex Intendente Municipal

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