¿Y si la culpa no es solamente de los chicos?

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Hoy fueron siete; ayer hubo nueve, el miércoles... perdimos la cuenta. Las amenazas de bomba en las escuelas llegaron a un punto culminante de la sin razón y el descontrol.

Un grupo de padres de Berisso, primero, tomó la calle frente a la escuela a la que concurren sus hijos y con pancartas de “basta de amenazas” y que “los chicos vuelvan a clases”, demostraron el descontento con una situación que parece salida de control y a la que, todavía no le encuentran solución.

En el Concejo Deliberante de la vecina ciudad se propone aprobar una ordenanza para responsabilizar (y multar) a los padres de los menores que provoquen desmanes, daños o intimidaciones.

También en Berisso, visto el enojo de los padres, una fiscal fue a dar explicaciones, a contar que se estaba haciendo (y que se puede hacer) desde el lado de la Justicia. Las explicaciones, al parecer, no alcanzaron. El encuentro terminó con padres exaltados y a los gritos.

Hubo, a lo largo de la semana que concluye, una serie de allanamientos en domicilios de La Plata, chicos identificados -en algunos casos demorados- a los que se les endilga el delito de intimidación pública.

La bronca de los padres de Berisso, si se quiere, es comprensible. Lo mismo que la de la madre filmada, se supone, por la Policía, que reta a su hijo tras descubrir que el adolescente está acusado de ser el autor de al menos un llamado a la escuela alertando sobre la colocación de un artefacto explosivo.

Es lógico el enojo y la protesta ante una situación que parece fuera de control y a la que nadie le encuentra una solución.

Pero (siempre debe haber uno), de la misma forma en que todos son solidarios en las quejas, tal vez también cabría preguntarse ¿y yo, como adulto responsable de la formación de ese adolescente, que aporte hice para que esto no ocurriera?, o: ¿qué puedo hacer, en todo caso, para que no vuelva a ocurrir? Nosotros, ¿qué ejemplos podemos dar para ayudar? Y el más complicado: ¿nos interesa ayudar, o nos queda más cómodo ponernos en el lugar de acusadores y protestones, a la espera de que otros aporten soluciones?

No es necesario explicar que levantar un teléfono para anunciar que se colocó una bomba en una escuela, lejos está de ser una simple “travesura” y que si quien lo hace -adolescente al fin- así lo cree, debe haberse saltado alguna lección en el camino de la convivencia.

Enseñarselo, en suma, es responsabilidad de los mayores, obviamente. Salvo que esos mayores decidan que es divertido convivir con esa bomba, o no les importe.

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