La Ciudad honró a la Pachamama con un ritual arraigado en la cultura indígena

Organizada por exponentes de las comunidades originarias de la Región, la ceremonia se hizo en 122 y 56 y duró más de seis horas

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En una ceremonia poco usual para nuestra región pero cada año más difundida a partir del conocimiento que se tiene sobre las comunidades originarias y sus creencias, ayer el ex predio Municipal de 122 y 56 fue escenario de las celebraciones por el día de la Pachamama, un rito destinado a agradecer a la Madre Tierra con oraciones y ofrendas y reivindicar así los conceptos milenarios de la cosmovisión andina.

El ritual, que según las creencias forma parte de un sistema de reciprocidad entre el mundo material y el espiritual, fue organizado por el Consejo de Comunidades Indígenas de La Plata y, con una ceremonia que comenzó a las 14,30 y se extendió hasta las 21, convocó a distintos representantes de las comunidades indígenas y a decenas de curiosos que se acercaron para participar de la ancestral celebración.

En medio del aroma del sahumerio que se dispersa para “liberar las malas energías”, las comunidades tributaron honores a la deidad generosa que “todo lo da y todo lo produce” para pedir por prosperidad en todos los órdenes de la vida.

La veneración a la Madre Tierra es una herencia cultural ancestral de los pueblos originarios, profundamente respetada en el Noroeste del país desde su diversidad e interculturalidad, pero cada vez más afianzada y practicada en nuestra región.

Como tal vez se sepa, durante todo agosto la cultura andina está enfocada hacia Pachamama, un ritual que según las creencias forma parte de un sistema de reciprocidad entre el mundo material y el mundo espiritual. En el momento del homenaje hay una cuestión espiritual que se impone, ya que “la Pachamama es sagrada y debe ser respetada”, según la creencia, debido a que de ella se extraen todo tipo de alimentos y por lo tanto el agradecimiento tiene que ser inmenso.

Con la apertura de la boca de la Pachamama -un pequeño pozo cavado en la tierra adornado con serpentinas y lanas de colores-, ayer se sucedieron las ofrendas para depositar hojas de coca, chicha, cigarrillos, yerbeado, licores, cerveza y vino, junto a comidas regionales como guisos de trigo, quinoa, mondongo, además de carnes hervidas chalonas, papas y maíz, todo parte del “menú” a la hora de ofrendar.

En torno a las ofrendas, se colocan pequeños braseros encendidos con abundantes preparaciones especiales de incienso.

El término “pachamamá” está formado por dos palabras de origen quechua: “pacha” significa Universo, mundo, tiempo, lugar y “mama”, la madre.

Según la creencia, el divino femenino del imperio incaico otorga forma a la naturaleza, la dibuja como mujer, le agradece. Ella no es virgen sino que se autofecunda, y adorarla es honrar la misma sustancia que nos dio a luz como humanidad.

De este modo, la Pachamama o Madre Tierra es reconocida como una deidad a la que se venera por ser generadora de la vida, símbolo de fecundidad por su capacidad para producir, bendecir y engendrar plantas, animales, alimentos y otros medios de subsistencia del ser humano. Es adorada por los descendientes de los pueblos originarios que habitan territorios desde mucho antes que existieran las fronteras actuales. De hecho, los orígenes de este culto se remontan a la época preincaica, es decir, antes de que la región fuera anexada al Tawantinsuyu o Imperio Inca. Si bien no es un feriado nacional, el ritual es vivido como un día tanto o más importante que otras celebraciones post independentistas en el norte del país y, como ayer, también en lugares como nuestra ciudad.

 

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