Tensión, rumores y cánticos cargados de amenazas frente al despacho oficial

La antesala de la oficina del presidente del Astillero fue el centro de la escena en una jornada cargada de fuerte inquietud

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“Hoy: empanadas de Capdevila”. A las 6 de la tarde ya flotaba en el Astillero la idea de una permanencia prolongada y la necesidad de organizar la provisión de comida y bebida para pasar lo que pintaba como una noche larga, fría y de final incierto.

La humorada sobre el macabro “menú” fue largamente festejada en la antesala del despacho de Daniel Capdevila, el presidente del Astillero que a esa altura llevaba, junto a algunos miembros del directorio, varias horas de encierro.

La presidencia del Astillero queda en el primer piso del edificio principal, con ventanales que miran al dique seco donde desde hace largos meses descansa el Juana Azurduy esperando que los soldadores terminen de coserle el casco.

Ayer, por caso, el conflicto tuvo que ver con soldaduras que, según la denuncia del gremio, no pueden hacerse por falta de gas.

Hacia el anochecer, el recinto que sirve de antesala a la presidencia soportó cien veces más gente que la prevista por el arquitecto que la diseñó.

Y a los cuerpos amontonados se sumaron los bombos y los golpes sobre las puertas de los despachos.

En uno de los cánticos que se entonaron se recordó el conflicto de 2005 (ver cuadro) que dio lugar a la leyenda urbana de que habían tirado por la ventana a un interventor.

“Capdevila, la c...de tu...a ver si pones huevos que el ventanal es grande”, fue la ironía acompañada con saltos y aplausos.

Con los ánimos definitivamente encendidos, los rumores de la irrupción de fuerzas de Prefectura o Gendarmería se multiplicaron.

Empezaron entonces nerviosas reuniones entre los dirigentes y delegados de ATE Ensenada en las que se barajaron decenas de hipótesis y planes de resistencia.

Mate en mano, el gremialista Pancho Banegas trataba de calmar los ánimos.

“Hay que esperar. La decisión es de ellos. Si tienen cintura política firman un acta comprometiéndose a comprar el gas para seguir con las soldaduras y que nos devuelvan los descuentos que nos hicieron por vacaciones”.

Pero la tranquilidad de Banegas no se correspondía con los nervios de los que esperaban afuera. Subieron con sus bombos, sus reclamos y sus cánticos. “Si tiran al Astillero al bombo, va a haber quilombo”, vociferaban.

El momento más tenso llegó cuando un emisario de la presidencia hizo saber que para el gobierno provincial lo que estaba ocurriendo era “una toma de rehenes”. Y que en la puerta de la planta naval había una fiscal ocupándose del asunto.

Entonces apareció el intendente de Ensenada, Mario Secco. Fue hasta la puerta a buscar a la fiscal y la condujo al ojo de la tormenta “para mostrarle que acá no hay ninguna privación de la libertad”. La tensión comenzaba a ceder anoche con la desconcentración de los trabajadores.

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