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AZAR

Carolina E. Vega afirma: “Todos deseamos salir de pobres y siempre pensamos en que la Diosa Fortuna, el Dios de Kalamazoo o San Cono, nos ayuden y nos ilumine con un número. Cuando podemos, nos escapamos al casino en la ilusión de hacer saltar la banca. Usualmente los que saltamos somos nosotros ya que se nos quedan con todo lo que llevamos. El consuelo es que hemos hecho un aporte al bienestar de alguien. ¿A qué número jugarle? Y empiezan las cábalas. Me saqué un capicúa entonces lo juego al derecho y al revés. ¿Dónde? Por las dudas en las tres. Pero también puedo seguir las indicaciones de los horóscopos de los diarios y revistas o sino de los sueños. Sin embargo, en un momento tuve la sensación de que unos números me llamaban desde un cartel y me dije: ‘Es el destino, esos números están puestos’”.

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