Es necesario un plan integral para prevenir desastres climáticos

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La mayor intensidad y frecuencia con que se vienen registrando tormentas en nuestra zona –en un fenómeno que excede a lo regional- obliga a que se valoren cada vez más todas aquellas acciones de prevención de las emergencias climáticas que se plantean. Se habla aquí, claro está, de los efectos devastadores causados por el vendaval desatado el sábado por la tarde , con caída de granizo, lluvias intensas y ráfagas que alcanzaron a los 60 km/h.

Las consecuencias se tradujeron en caídas de árboles, voladuras de techos, derrumbes de toldos y de postes, viéndose afectados muchos domicilios y, en especial, el cordón frutihortícola, en situaciones en las que, sólo por fortuna, no hubo que lamentar consecuencias más graves.

La furia de la tormenta, que se tradujo en anegamientos, se sintió particularmente en el sector del cordón verde platense donde el granizo y el viento destrozaron invernáculos y voltearon árboles y postes afectando la producción de las quintas. Se conocieron reclamos desde Colonia Urquiza, que fue uno de los sectores más castigados en ese sentido, aunque también hubo testimonios inquietantes desde Abasto, Olmos y Etcheverry, en donde el paso del vendaval dejó, luego, el desolador panorama que presentaron las plantaciones dañadas por el paso de la tormenta.

Corresponde señalar que demasiadas cuestiones trascendentales permanecen irresueltas en materia climática, tales como una mejor preservación de los bosques, frenar la desertificación y ampliar las áreas protegidas, dotar a las ciudades de equipamientos y recursos para enfrentar y mitigar los desastres meteorológicos, así como formar recursos humanos idóneos para las eventuales tareas de salvataje y evacuación propias de estas calamidades. De no ser atendidos, tales factores se agravan, como es de suponer, con el mero paso del tiempo.

Por el contrario, las correcciones que puedan realizarse en lo concerniente a un mayor respeto y preservación de los recursos naturales –como también disponer de estructuras humanas capacitadas- permitiría moderar el impacto de las agresiones propias de un cambio climático que se está haciendo sentir con cada vez mayor intensidad, tanto en nuestra región como en la Provincia y el resto del territorio argentino.

Si bien los expertos admiten carecer de evidencias concretas para atribuir estos episodios al calentamiento global, la mayoría señala que la seguidilla de fenómenos extremos tienen lugar en un contexto no menos extraordinario: el nivel de dióxido de carbono en la atmósfera nunca había sido tan alto como en la actualidad.

Aumento de lluvias en el centro y norte del país, incremento de la duración y frecuencia de sequías en el Oeste, multiplicación de eventos climáticos extremos, retroceso de glaciares e incrementos en las enfermedades de los cultivos de granos son algunos de los tantos efectos que ya se están haciendo sentir en la Argentina y que, al decir de quienes estudian el tema, podrían repetirse con intensidad creciente en los próximos años.

Nuestra ciudad sufrió demasiado con la inundación del 2 de abril de 2013 y a todos le quedó claro lo que puede significar la falta de prevención y de estructuras hídricas, capaces para enfrentar las emergencias climáticas. Resulta, entonces, perentorio completar no sólo las grandes obras en curso de ejecución destinadas a absorber grandes volúmenes de agua, sino, asimismo, mantener en pleno ejercicio todas las tareas de mantenimiento de las redes de desagüe, así como velar para impedir nuevos asentamientos habitaciones en cercanías de los cursos de agua o en tierras bajas. Sólo así y con la toma de otras medidas que los especialistas aconsejen, la población platense podrá evitar los efectos devastadores de las tormentas y elevar en forma sensible la calidad de vida de todos los habitantes.

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