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Vivir Bien |Las nuevas “nonas”

El club de las antiabuelas

Activas, profesionales y ocupadas. Ahora las mujeres mayores de 60 cuidan cada vez menos de los nietos y el hogar. Sus agendas incluyen: capacitación, trabajo y entretenimiento en dosis generosas y deseables. Tres platenses cuentan los beneficios de pertenecer a este grupo en ascenso

El club de las antiabuelas

Yael Letoile - demian alday (FOTOS)
Yael Letoile - demian alday (FOTOS) 

6 de Enero de 2019 | 05:45
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Las mujeres de 60+ que tejen y cuidan nietos son una especie en extinción. Una camada de señoras activas, profesionales y ocupadas viene ganando espacio y visibilidad social. La mayoría tiene otras motivaciones, comparte con sus maridos o delega en personal doméstico las tareas de cuidado y coloca sus aspiraciones y deseos en la cima de las prioridades. ¿A qué se dedican? ¿En qué emplean su tiempo? Y ¿Cómo impacta eso en la dinámica familiar? Con ustedes, el club de las antiabuelas.

Hace pocos días Rosa Galestok (72) venció las ataduras que la hicieron cantar en la ducha durante años e interpretó, en público y acompañada por un guitarrista, la canción Arum dem faier que en irish significa: alrededor del fuego.

A su edad, Rosa –casada, tres hijos y cinco nietos– trabaja como psicóloga, estudia inglés, participa de grupos académicos especializados en teoría clínica sobre pareja y familia, y hace danza contemporánea junto al grupo A la vuelta. “Porque todas somos grandes y estamos de vuelta”, ríe. A veces, su hija le reclama mayor dedicación a los nietos, a lo que ella responde: “Tu mamá tiene una vida”.

Los días de Mónica Padró, médica de 64 años, arrancan bien temprano en su casa de City Bell. Allí traduce textos del francés al español para una reconocida editorial. Su trabajo continúa en el ministerio de Salud bonaerense, donde coordina el Programa de Diabetes, y se extiende sin hora de cierre cuando dirige las 17 tesis del doctorado de Salud Pública de la Universidad de Ciencias Económicas y Sociales (UCES).

¿Qué tiempo dedica a los nietos? “Ninguno”, reconoce y lanza una carcajada, después se pone seria: “Excepto cuando me necesitan”.

Por las mañanas, María Luisa Alfonso (69) duerme o toma sol. Son raros estos 60 días transcurridos desde que se jubiló como supervisora de Pases de Equivalencias en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNLP. Pero de a poco se va acostumbrando: “Pensé que venía Joaquín V. González y después yo, pero hay que darle lugar a las nuevas generaciones”, concede.

Ahora su energía está enfocada en otra gran pasión: Estudiantes de La Plata. El sentimiento que la une al Pincha no conoce fronteras ni domingos familiares, dice, aunque siempre trata de compensar las ausencias. “A los actos de colegio de mis nietos nunca falto”, jura.

Así, la realización de deseos postergados, la especialización profesional y hasta el amor incondicional a la camiseta son metas que el club de las antiabuelas levanta como bandera. Porque si últimamente el movimiento de mujeres hizo grandes avances en pos de la igualdad de género, ellas no quieren quedarse atrás y aseguran: “Abuelas eran las de antes”. ¿No se les unió todavía? Lea esta nota y tome la mejor decisión.

HAGO LO QUE ELIJO. La autoexigencia siempre acompañó a Rosa Galestok. Será por eso que en 2005 cuando se jubiló del Servicio Penitenciario donde trabajaba como psicóloga, arrancó una maestría en relaciones de pareja y familia, para especializarse en ese área en el consultorio. “Entretanto nacieron los nietos y les dedicaba el tiempo que podía”, dice como al pasar.

En la misma época, integraba tres grupos de investigación académica en Buenos Aires con una carga horaria excesiva, tanto que tuvo que seleccionar: “Arrancaba con una a las 9 de la mañana y terminaba la última a las 4 de la tarde. Llegaba a La Plata muerta”, recuerda.

Su veta artística la retomó tras varios años de no tener tiempo. Un día se topó con un grupo de danza formado por muchas de sus amigas y dijo: “Yo quiero hacer eso”, y se integró al taller. Lo del canto fue distinto porque “siempre tuve una voz extraña”, dice un tono grave, disfónico, y lo confirma el video de la presentación de fin de año donde interpretó dos canciones como solista.

Aún con esa agenda, la antiabuela Rosa se hace un hueco para los nietos: “Los lunes y viernes vienen Anita y Camilo y los martes y jueves Cielo e Isadora, Joaquín (22) se arregla solo”, ríe. “Mi hija se queja por no tener una mamá que se dedique más a los nietos, pero es lo que le tocó”. Y si antes le urgía todo: la casa, los hijos, las responsabilidades, hoy –asegura– “hago lo que elijo”.

ABUELA CORAJE. En el ranking antiabuela pica en punta Mónica Padró. Entre otros hitos, la médica no sólo dejó a los nietos sino también al resto de su familia y su vida en La Plata para vivir en París entre 2001 y 2010, adonde llegó enamorada de un argentino 10 años menor. Pero eso fue hace tiempo y hoy volvió a estar cerca de los suyos.

Mónica supo desde siempre que desarrollarse en un mundo de hombres siendo una mujer bella –aún deslumbra su estampa de 1,80, cara angulosa y ojos delineados– no era tarea sencilla. “Porque siempre se fijan en eso”, dice, “por eso invertí mucho tiempo de mi vida para formarme y ser inteligente”.

Así es que hoy, a los 64, su vida se reparten entre el trabajo en Salud Pública, la academia y las traducciones: “Todavía me faltan años para jubilarme por los que viví fuera del país”. Pero si hablamos del tiempo que les dedica a los nietos, sin empacho confiesa: Ninguno. Aunque inmediatamente reconoce que su debilidad son los bebés.

Porque no hay falta de amorosidad en las antiabuelas: Mónica se babea con Roco, de 6 meses, como antes lo hizo con Olivia, Marco, Joaquín y Antonio. “Fui muy abuela, en realidad abuela/mamá de Lucía –su nieta mayor, de 25 años– porque mi hija se separó y vivía en casa y éramos casi dos generaciones en vez de tres”.

¿Cómo se llevan sus hijos con este especial modo de ser abuela? “Se llevan muy bien con esta abuela porque se llevaron muy mal con esta mamá. Ellos me reclamaron que prioricé la profesión, y yo pienso que no fue así, siempre me banqué sola y tuve que sostener todas las actividades y la familia”.

15.700 KM DE PASIÓN. María Luisa sonríe e irradia luz desde un aparador en la cocina. Posa en la foto junto a un amigo árabe en Dubai con quien intercambiaron turbantes durante el Mundial de Campeones, en 2009. Hasta los Emiratos Árabes llegó ella con una bandera roja y blanca que rezaba: 15.700 km de pasión María Luisa.

“El viaje a Dubai fue una experiencia única, un mundo irreal que desconocía y en donde todo me impactó demasiado”, le brillan los ojos al revivirlo. Es que antes de unirse al club de las antiabuelas, María Luisa ya seguía al Pincha. “No soy católica pero me gusta el fútbol y mi pasión es por Estudiantes”, asegura y confirma: “Verón (Juan Sebastián) dice que tiene más fotos conmigo que con su familia”.

El tiempo de ocio que le queda lo dedica a una intensa vida social. Porque a María Luisa le gusta salir a cenar con amigas y, sobretodo, bailar. “Suena el Bombón asesino y es como ponerme un cohete en el corazón, salgo y te bailo todo”.

¿Y los nietos? Ellos también están colgados en cuadritos por toda la casa. Son seis. “Los amo con el alma” –dice ella– “a los más chicos les cuento la historia de la jirafa Pitinga que un día se tomó un taxi y le salía el cuello por la ventanilla”. ¿Si se ocupa? Si los padres piden, estoy. ¿Y si juega Estudiantes? “Lamentablemente como no tenemos cancha pierdo todo el día yendo a Quilmes, pero al domingo siguiente los invito con una merienda”.

PASAN LOS AÑOS Y NO s VAMOS PONIENDO TECNOS. Rosa, Mónica y María Luisa no reniegan del avance de los años aunque no les sea indiferente.

“Una sabe que está en decadencia y que no se va a poner mejor, que la salud se va a resentir, que tu salud física y mental va a disminuir inevitablemente, pero no sabés en qué grado. Hay gente muy grande que está bien y gente joven que está muy mal”, define Galestok, pequeña, ojos celeste y cabello rubio corte carré. Hace todo lo posible por estar bien: tuvo que adelgazar por el colesterol, va a la nutricionista y hasta se somete a tratamientos de una nuera esteticista para evitar la caída del pelo. A pesar de todo se siente relajada y satisfecha: “Estoy amigada con muchas cosas con las que antes peleaba. Con la edad adquirís cierta sabiduría zen y no anticipo los problemas”, dice.

Mónica siempre apostó al conocimiento. Así que cuando la piel de abajo del brazo empezó a caer y aparecieron las arrugas dijo: “¿Me importa? No, no me importa. Y seguí con la maestría y el doctorado, porque al final eso es lo que vale, cuando tenés sentido común y podés hablar de todos los temas seguís siendo interesante”, opina.

Peinar canas no es una opción por ahora para María Luisa. Lo estético para ella es una preocupación y si mientras estuvo en actividad le encantaba recibir elogios por su performance, en la casa se siente una señora grande. “Dejar de trabajar es un clic. Pero siempre la cuestión estética ha sido un tema”, dice enfundada en una camisola violeta a tono con los anteojos– trato de aggiornarme con la ropa, uso calzas con vestidos largos, brillos, sombreros, tengo que armonizar esto”, se ríe y recorre con un ademán su cuerpo.

 

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María Luisa Alfonso, Mónica Padró y Rosa Galestok son abuelas que no postergan sus deseos para cuidar nietos

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