Sergio Esteban Marinoni
Edición Impresa | 3 de Octubre de 2019 | 02:07

A los 58 años falleció Sergio Esteban Marinoni, ex combatiente de Malvinas y uno de los impulsores del Museo Soberanía y Memoria del Museo Fuerte Barragán. Su partida provocó numerosas muestras de pesar, entre quienes apreciaron sus numerosas virtudes.
Había nacido el 13 de febrero de 1961, en La Plata, en el seno del hogar conformado por Perla Arsenio y Luis María - ya fallecido - y creció junto a su hermano Claudio.
En su niñez vivió en Los Hornos, Berisso y Ringuelet. Cursó la primaria en la Escuela N° 16, en la que se destacó como un alumno sobresaliente. Al cumplir 15 años, con el sueño de convertirse en mecánico de aviones, ingresó a la Escuela Naval. Combatió en la Guerra de Malvinas, realizó tareas en el porta aviones “25 de Mayo”. En 1983 pidió la baja.
Siempre expresó un fuerte sentimiento por las Islas Malvinas y fue uno de los impulsores y presidente del Museo Soberanía y Memoria que se creó en el Museo Fuerte Barragán para recordar la Guerra y a sus héroes.
Luego trabajo durante dos años en Educación y mas tarde pidió el pase a la dirección de Aeronáutica de barrio Aeropuerto, donde se desempeñó por 31 años. Estaba jubilado desde 2016.
Sus allegados lo definieron como un “tripero de ley”, algo que sintió como un atributo que heredó de su padre y que transmitió a sus hijos y nieto. El amor incondicional por Gimnasia lo hizo pelear con todas sus fuerzas por la unidad del club, más allá de los dirigentes, trabajó por el bien de la institución.
También fue un consecuente militante de la Unión Cívica Radical, su participación nunca persiguió cargos políticos.
Desde 1984 consolidó su proyecto familiar junto a Patricia Turco y su felicidad aumentó con los nacimientos de sus hijos Diego, Jonathan y Damián. En 1999 decidieron casarse, otro hito de una pareja que pasó junta 38 años.
También tuvo la dicha de convertirse en abuelo de Lihué. Su familia lo definió como el mejor esposo, padre y abuelo que hubieran querido tener.
Sergio Marinoni fue un hombre sociable y un gran anfitrión que mantuvo su casa abierta para recibir a sus amigos y a los amigos de sus hijos. Más allá de ideologías o de simpatías deportivas, siempre respetó y apreció al otro por sus cualidades personales. En ese contexto para él la honestidad era uno de sus baluartes.
Fue despedido por la guardia de honor de la Marina.
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