Mercedes Sosa: diez años sin la voz profunda del pueblo argentino
Edición Impresa | 4 de Octubre de 2019 | 04:57

Ya pasaron diez años sin La Negra: el 4 de octubre de 2009 se iba de gira por la eternidad Mercedes Sosa, y a una década de su fallecimiento, su figura aparece -en la perspectiva del tiempo- como un inmenso acto de integración cultural, como una síntesis de los regionalismos y las corrientes estéticas de nuestra música, un cauce que condensa, en su sola voz, a todo el folclore argentino.
Un destino que quizás comenzó a trazarse el 9 de julio, Día de la Independencia, que vio nacer a Haydée Mercedes Sosa (su familia la llamaba Marta) en 1935: La Negra, descendiente de calchaquíes, hija de un obrero de la industria azucarera y una lavandera, nació en una familia humilde, signada por la pobreza. Jamás olvido esa condición en su canto. “Zambita para que canten/ los humildes de mi pagos/ Si hay que esperar la esperanza/ mas vale esperar cantando”, fue uno de sus primeros himnos, con la caligrafía de Armando Tejada Gómez y Oscar Matus.
Es conocida su primera aventura en la industria: en una escapada de sus padres se presentó (y ganó) a los 14 años un concurso en LV 12 con el pseudónimo de Gladys Osorio. Ya no la pudieron detener. Con las raíces marcadas en la voz, Sosa volvería su voz profunda, en los siguientes años, en militancia y canción social, a través de lo que se conoció como el Manifiesto del Nuevo Cancionero, del que llegó de la mano de Oscar Matus, el padre de quien iba a ser su único hijo (Fabián).
Mercedes, junto a Tejada Gómez, Matus, Tito Francia y Juan Carlos Sedero, entre más, se interrogó sobre los contornos de lo que entonces se había establecido como tradición y, además, se proponían una ambición integradora de las músicas regionales y una distancia de cualquier ambición pasatista.
“Se perpetró la división artificial y asfixiante entre el cancionero popular ciudadano y el cancionero popular nativo de raíz folclórica. Oscuros intereses han alimentado, hasta la hostilidad, esta división (…) llevando a autores, intérpretes y público a un antagonismo estéril”, rezaba el documento fundacional.
En los años siguientes profundizaría un camino abrazador que rescató el legado compositivo de Atahualpa Yupanqui y que progresivamente se fue abriendo hacia otras voces fundamentales de América.
EL EXILIO
Su voz lentamente llegó a Europa, mientras su trascendencia se volvía resistencia en el marco de una Argentina convulsionada: la Triple A la incluyó en sus listas negras y en 1975 una amenaza de una bomba impidió que cantara en Tucumán. Una serie de atentados la empujó, en febrero de 1979, al exilio: podía para entonces entrar y salir del país... pero no cantar.
Europa la volvió una artista de calibre internacional. “Sacarme a mí fue una equivocación muy grande porque largaron al mundo a una artista que era famosa allá en Europa a hacer una prensa en contra de ellos, cuando yo tendría que haberme quedado”, reflexionó años después. Pero el exilio dejó una secuela que erosionó su salud.
Regresaría a un escenario argentino el 18 de febrero de 1982, y, siempre abierta, se atrevió al tango, el jazz y el rock, y establecería lazos con los jóvenes del rock nacional, colaborando con varios en memorables canciones y abrazando particularmente a Charly García, con quien tejió una conmovedora amistad. Desde entonces, ya fue icono, hasta que, hace diez años y tras un mes de convalescencia, murió la madrugada de un domingo 4 de octubre.
La familia en ese momento aceptó despedirla en el Congreso de la Nación donde dos horas después de haber anunciado el lugar, ya había una multitud, que permaneció hasta el día siguiente.
Homenajeada anoche en más de 30 espacios porteños; el 9 de julio pasado había sido recordada en un recital donde desfilaron León Gieco, Liliana Herrero, Víctor Heredia, Alejandro Lerner, Pedro Aznar, Lito Vitale, Piero, Julia Zenko, Orozco-Barrientos, Franco Luciani, Bruno Arias y Soledad Pastorutti, una variedad que da testimonio a la amplitud de su influencia.
“Un artista debe ser libre de cantar lo que quiere, como quiere y donde quiere”, afirmaba Mercedes. Ella eligió cantar a su territorio y a su tiempo. A su patria, a la la democracia, a la libertad y a los humildes.
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