Nuevo reclamo por la inseguridad en la zona frutihortícola

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La decisión de quinteros de Abasto, Melchor Romero, Colonia Urquiza, Etcheverry, Los Hornos y Olmos, aunque también se incluyen casos en Oliden y Poblet, de cortar accesos a la Ciudad y el tránsito por las rutas 2 y 36, a raíz de los asaltos y robos que vienen padeciendo, pone en evidencia la necesidad de acentuar una política de prevención eficaz para combatir la ola delictiva y proteger la integridad física y los bienes de esos productores.

La medida de protesta fue adoptada en el curso de una reunión a la que asistieron no sólo quinteros, sino también vecinos y comerciantes que fueron víctimas de delitos similares. Quienes integran uno de los sectores productivos más activos de la Región detallaron que, además, reclaman el arreglo de los caminos rurales, la mejora del alumbrado en la vía pública y de garitas de seguridad en las esquinas.

Destacaron que los caminos de tierra en muchos casos resultan intransitables y que por eso no ingresan los patrulleros. Señalaron que los reclamos ante el 911 se tornan dificultosos, de modo que cuando, ocasionalmente, llega algún patrullero, los ladrones ya desaparecieron. Aseguraron, además, que son mal atendidos en las dependencias policiales y que muchas veces no les toman las denuncias con el argumento de la falta de pruebas

Aseguraron que muchos de los robos se concretan de manera violenta, con personas armadas que golpean y amenazan a sus víctimas. En uno de los últimos casos, un quintero fue baleado en una pierna por los asaltantes.

Cabría destacar que no es, justamente, un temperamento destemplado lo que suele caracterizar a estos quinteros y vecinos de la zona frutihortícola. De allí que el enojo evidenciado y las medidas de protesta anunciadas debieran ser ponderadas en su justa medida. Tal como señalaron, antes de apelar a este método de reclamo, habían agotado las instancias, manteniendo múltiples reuniones con representantes de las fuerzas de seguridad y judiciales. No obstante, no se obtuvieron resultados positivos y los robos continúan.

Otra conclusión genérica es que la inseguridad dejó de ser un fenómeno propio de las ciudades, incluso de las grandes urbes, ya que la escalada delictiva que se registra también en las zonas rurales deja un claro testimonio acerca de que el flagelo no reconoce fronteras.

Por dar ejemplos análogos, en años recientes las víctimas de cuatrerismo en nuestra zona, presentaron detalladas estadísticas sobre los efectos de este delito así como también propuestas para combatirlo, en múltiples reuniones que mantuvieron con autoridades policiales. No obstante, también en ese sector, fueron magros los resultados obtenidos frente a una escalada delictiva que sigue azotando a las zonas rurales.

Resultaría casi obvio advertir sobre las peligrosas consecuencias que podrían sobrevenir, desde el momento en que los robos en las quintas y campos han llevado, en algunos casos, a la autodefensa de los mismos productores. Pero el tema va más allá de las estadísticas y de los delitos. Los esforzados productores del Gran La Plata y zonas aledañas, muchos de ellos propietarios de pequeñas parcelas, afirman sentirse desprotegidos frente a ladrones que, al parecer, saben en qué momento concretar los ataques.

La única respuesta debe ser la de una activa y continuada presencia policial en los lugares de mayor accionar delictivo, no sólo para reprimir sino también para prevenir. El objetivo de dar mayor seguridad a la población, tanto a la urbana como a la rural, debería ser absolutamente prioritario y lo que no puede admitirse es la inacción policial, o que se sigan dando marchas y contramarchas sin que se advierta la presencia de una política policial más organizada y eficaz.

 

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