La joya más valiosa de la Ciudad

Para el turista europeo, el destino más buscado de la Argentina, lo más atractivo, es el glaciar Perito Moreno. Y en segundo lugar, la Patagonia. Así lo aseguró en La Plata hace unos años Toni Puig, especialista catalán en gestión cultural e impulsor del progreso de las ciudades. Y agregaba con su desafiante gracejo: “¿Por qué no valoráis los platenses vuestro patrimonio? ¿Qué esperáis para poner un gran cartel luminoso en Ezeiza que diga: Todo lo que vieron en el Glaciar y en la Patagonia, lo tenemos nosotros a pocos kilómetros de aquí, expuesto en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. ¡Vengan a conocerlo!”. El “gurú de las ciudades” recibió aplausos condescendientes y algunas sonrisas escépticas, pues el público parecía saber que los platenses no pondrían ese cartel.

Hace cinco años, también, vino a la Argentina el príncipe heredero del Japón, Akishino. Llegó al país con una agenda apretada, de sólo tres días, pero pidió especialmente abrirla “para conocer las salas y las valiosas colecciones que alberga el emblemático Museo de la Universidad de La Plata”, según indicaron entonces los integrantes de la comitiva japonesa.

El heredero del trono –graduado es zoología en la Universidad de Oxford, con un doctorado por sus estudios sobre las aves domésticas- concretó su deseo y no ocultó su admiración por la riqueza de las colecciones. ¿Fue valorado debidamente el significado de esa visita?

Cuando tuvo lugar la Expo Sevilla 1992, por el quinto centenario del descubrimiento de América, nuestro país presentó inicialmente un stand que, ya al confrontarlo con los que se montaban días antes de la inauguración resultaba paupérrimo, comparado con el de muchos otros.

Las autoridades argentinas advirtieron que no podía en modo alguno presentarse aquello, de modo que –ya con los minutos contados- apeló al Museo de Ciencias Naturales de La Plata para que improvisara una exposición al menos decorosa. En pocas jornadas los científicos prepararon la muestra llamada “Los alimentos que América dio al Mundo” y el pabellón argentino fue de los más visitados y admirados, según lo destacaron entonces varios medios y el enviado especial de EL DIA. Eso, sin embargo, no le significó al Museo alguna forma de reconocimiento.

Lo cierto es que el ninguno comprende mejor que mucha gente del Museo platense ese aforismo que dice “nadie es profeta en su tierra”.

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Sin embargo, el Museo que hoy dirige la doctora Analía Lanteri respira con fuerza. En este año siguió recibiendo más visitantes y, en especial, a muchos contingentes escolares. El valor educativo de la institución queda reflejado no sólo en las más de 400 mil personas que lo visitan, sino, sobre todo, en los 70 mil estudiantes de escuelas que recorren el Museo cada año.

Los datos ofrecidos por el área Educativa y de Difusión Científica del Museo –integrada por la profesora Claudia Rabanaque, las licenciadas M. Eugenia Martins y Soledad Scazzola, así como por el licenciado Manuel Copello- destacan que fueron 45 mil las personas que participan de las actividades culturales y educativas de las vacaciones de invierno, 9 mil los visitantes que recorrieron el edificio ubicado en el Bosque que acudieron en la Noche de los Museos y, entre otros datos, que son unas 120 las visitas guiadas, con el aporte de investigadores, que se ofrecen semanalmente, alrededor de 6 mil al año.

EL PERITO MORENO

El Museo platense mostró siempre, como lo sigue haciendo, la enorme valía de sus más de 3 millones y medio de piezas distribuidas en unas veinte salas de exposición permanente. Su núcleo acaso más valioso proviene del legado de ese verdadero “héroe civil” que fue Francisco P. Moreno, a quien el país le debe –antes que otra cosa- nada menos que su soberanía en gran parte de la Patagonia, a raíz de su esforzada y talentosa tarea como demarcador de límites.

Poco antes de morir rodeado por la pobreza, reflexionó: “Yo, que he dado mil ochocientas leguas a mi Patria y el Parque Nacional, no dejo a mis hijos ni un metro de tierra donde sepultar mis cenizas”.

Cuando el Perito Moreno falleció el 22 de noviembre de 1919, el diario EL DIA le dedicó la columna editorial. A su vez, en la nota necrológica publicada por el diario La Nación el 24 de noviembre de ese año, se dijo: “Geógrafo sin cartas, geólogo sin laboratorios, topógrafo sin instrumentos, con las manos limpias, pero con el corazón contento a pura juventud, Pancho Moreno galopó hacia el desierto, se entendió con las tribus bárbaras, recorrió miles de leguas en la soledad sombría, repechó montañas, cruzó ríos a nado y a saltos los torrentes, caldeó su sangre en el rescoldo de los volcanes y cuando repletó su alma con emociones inauditas, regresó al poblado trayendo la clave de la patria futura. Ahí está su gloria”.

Se ha dicho que no era, ciertamente, un hombre de gabinete, sino que fue un auténtico arqueólogo, naturalista, geógrafo y explorador al estilo de Indiana Jones. Participó en arreos, navegó en precarias balsas de troncos, escaló montañas y en cada sitio halló tesoros científicos que conformaron una de las colecciones más ricas del mundo, la que donó completamente al Museo.

Tal como señala el abogado Fernando J.J Varela, que integra la fundación del Museo, “como perito de límites, su gran experiencia sobre el terreno le permitió guiar con maestría y sagacidad al árbitro británico designado por la Reina Victoria para laudar entre Argentina y Chile, obteniendo un fallo muy favorable para los intereses nacionales, y debiendo además alegar ante el tribunal británico en Londres, en un perfecto inglés técnico.”

Uno de sus mayores aciertos en esta materia consistió en haber descubierto que, (contrariando la creencia de los geógrafos de escritorio), no necesariamente la línea divisoria de las aguas de los ríos que desembocan hacia el Océano pacifico y el Océano Atlántico coinciden con las más altas cumbres de la cordillera, lo que realmente era una creencia sin sustento en la realidad, agregó Varela.

“Tal descubrimiento efectuado en las diversas exploraciones que cumplió, muchas veces en soledad le permitió asegurar la tesis argentina sobre vastas extensiones territoriales inexploradas, que hoy constituyen indiscutiblemente territorio argentino” , finalizó diciendo.

Moreno fue diputado nacional y además, fuera de la política, se convirtió en filántropo, creando y sosteniendo de sus remuneraciones percibidas (cada vez más exiguas) comedores-escuelas para los niños de familias humildes, cuando no existía aún ningún tipo de ayuda social ni se pensara en esa alternativa. También fue el fundador de los Boys Scout en la Argentina, así como del Aeroclub Argentino (entidad origen de las actividades aéreas en nuestro país).

EL EDUCADOR

Zarandeado a veces por algunos cuestionamientos retrospectivos, trasplantados más de un siglo atrás a una época en la que muchas formulaciones ideológicas actuales no existían –ni habían dado muestras de nacer-, Moreno descubrió en el absoluto desierto del país piezas arqueológicas de notable valor. Pero jamás dejó de lado al educador que había en su interior. Alguna vez dijo: “Es sabido que donde el trabajo y la escuela reinan, la cárcel se cierra

La Fundación del Museo que preside Pedro Elbaum organizó en estas jornadas distintos actos al cumplirse en noviembre pasado el centenario de la muerte del perito Moreno. “Por su intrépida vida, la lucidez de sus pensamientos, su generosidad y patriotismo, el Perito Moreno es digno de ser considerado por las nuevas generaciones como un símbolo de heroísmo, un hombre que lo dio todo por su patria, guiado por sus ideales”, dijo Elbaum.

Tonificado por la visita cotidiana de centenares de estudiantes, el Museo platense cada vez más consultado, se ha convertido en una opción cultural para el público de toda edad. Sirve como lugar de encuentro entre personas, objetos e historias que enlazan a la comunidad, convocan a familias, a grupos de amigos apasionados por las ciencias, a turistas y aficionados. Hay continuos talleres y exposiciones educativas, de modo que de haber sido –como eran antes los Museos- sólo una suerte de mero depositario y expositor de objetos, se ha transformado ahora en una herramienta primordial para la formación cultural, en centro de divulgación del conocimiento y en construcción de ciudadanía y de recreación.

La riqueza natural y cultural de la Argentina; colecciones únicas en el mundo de botánica, geología, zoología, paleontología y antropología; la inmensa posibilidad de conocer la evolución de la naturaleza y la del ser humano de nuestro territorio, con una intensa actividad educativa por parte de guías e investigadores del Museo. Todo se encuentra a mano, en la imponente sede del Museo en el Bosque, un edificio neoclásico decorado con motivos americanistas que fue reconocido en 1997 como Monumento Histórico Nacional.