Otra evidencia del bajo nivel educativo en la Argentina

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Una nueva y alarmante referencia sobre el bajo nivel educativo que exhiben los estudiantes argentinos se conoció ayer al tomar estado público los resultados del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA) 2018, que reflejó este diario en su edición de ayer y que volvieron a arrojar un diagnóstico preocupante sobre la calidad educativa de la Argentina.

Tal como se detalló en el informe publicado, en el estudio que evalúa a alumnos de 15 años y 16 años en esas tres asignaturas, el país quedó en el puesto 71 (de 79 naciones) en Matemática; en el 63 en Lectura y en el 65 en Ciencias de la Naturaleza.

En evaluaciones anteriores nuestro país había ocupado el lugar 57 (entre 65) en Matemática; el 58 en Lectura y el 56 en Ciencias, datos que, además de haber sido ya muy negativos, demuestran que ahora se ha dado un nuevo paso atrás.

En cuanto al escenario regional, entre los diez países participantes de América Latina, la Argentina se ubicó 8va. en Matemática, 7ma. en Lectura y en Ciencias. Todos los países latinoamericanos cayeron varios lugares, tanto en Ciencias como en Matemática (en Lectura sólo escalaron posiciones Uruguay y Chile). Cabe señalar que la muestra en nuestro país se tomó en 458 escuelas y sobre un total de 14.546 estudiantes, según informó Educación

Antes que otras consideraciones que se pudieran formular, correspondería reseñar que, desde varios países –como el de Corea del Sur- vinieron al nuestro hace pocas décadas algunos educadores para copiar y reproducir el modelo de la escuela pública impulsado por Sarmiento, que sentó las bases de un sólido sistema educativo en la Argentina. El resultado obtenido se tradujo en que, poco tiempo después, aquel país asiático -literalmente arrasado entonces- ahora figura en el lugar número 12 entre las primeras potencias del mundo.

En tanto, como penosa paradoja, los jóvenes estudiantes argentinos volvieron a ser reprobados en las pruebas PISA. Como se sabe, esa evaluación es internacional, se toma en 65 países cada tres años a miles jóvenes alumnos por cada país, con la finalidad de evaluar sus capacidades de lectura, de pensamiento matemático y análisis en ciencias.

Si bien ningún indicador puede sintetizar la multiplicidad de factores que hacen a la formación de una persona, estas pruebas tienen la ventaja de contar con un amplio reconocimiento en el mundo y permiten comparar el desempeño de los sistemas educativos a lo largo del tiempo. Sería, entonces, desatinado no extraer conclusiones acerca de los resultados, basándose en cuestionamientos o relativizaciones de tipo técnico. Los pocos logros y las muchas frustraciones están a la vista, a menos que se prefiera no ver.

Está cada vez más claro entonces, tal como lo vienen señalando muchos especialistas, que nuestro país debe impulsar un vigoroso replanteo de la educación, que lo coloque a la altura de los desafíos contemporáneos, poniendo en valor a sus planteles de docentes, estimulando a los jóvenes al hábito de la lectura, que sigue apareciendo como un medio irremplazable para formar la personalidad e instalarla en la realidad histórica y social en que vive, pero también, en plenitud, profundizando en materias como Matemática y en los nuevos aportes que ofrece la tecnología -los medios audiovisuales, las computadoras- como factores definitorios de una formación cultural completa.

Pero ese impulso que se requiere no debe perder de vista el esencial principio cívico de la igualdad de oportunidades, que fue la base en la que se apoyó la mejor y añorada educación pública argentina.

 

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