“Killing Eve”: un juego de gato y ratón que deviene en obsesión adolescente

El exquisito thriller de Phoebe Waller-Bridge llega finalmente a Argentina esta noche, desde las 23, por Paramount

Edición Impresa

Fue uno de los secretos televisivos mejor guardados del 2018: “Killing Eve”, delicioso thriller de gato y ratón que se divirtió subvirtiendo las expectativas del género, fue poco visto incluso en Estados Unidos e Inglaterra, donde se estrenó originalmente. Al menos en su debut: una comunidad en internet fue presionando a sus pares a ver la serie a medida que los episodios avanzaban y el cierre fue visto por casi un millón de personas, en medio de un domingo con finales de NBA y “Westworld” al aire.

Y los premios hicieron el resto: la serie ganó un premio Gotham y un premio de la Asociación de Críticos de Televisión a mejor show debut, y una de sus protagonistas, Sandra Oh, fue galardonada en los Globo de Oro y los premios del Sindicato de Actores por su papel.

Así, el selecto club de quienes ostentaban haber visto “Killing Eve” fue perdiendo exclusividad a medida que las redes se llenaban de memes de Villanelle, la asesina a sueldo interpretada por Jodie Comer que persigue el personaje de Oh, Eve Polastri, agente del MI5.

¿Una más de espías? Como podrán comprobar quienes, desde esta noche a las 23, se pongan al día con esta serie secreta en Paramount Channel (otra vez al rescate de una ficción sin llegada a Argentina, como ya ocurrió con “The Handmaid’s Tale”): no. Basada en las novelas de espionaje de Luke Jennings, “Killing Eve” tiene, seguro, una premisa familiar: Villanelle es una talentosa asesina sumida en el lujo de su profesión; Polastri es una agente cansada y aburrida de pasarse los días sentada en el escritorio de su trabajo, cuyas responsabilidades no cumplen con su fantasía de ser una espía. Hasta que, claro, es reclutada por el MI5 (el servicio secreto de Su Majestad) para capturar a la elusiva sicaria.

Lo que sigue es la historia de una obsesión mutua que se enrarece deliciosamente a cada paso, porque espía y asesina se enamoran, o algo así, convirtiendo el juego del gato y el ratón en algo más parecido a una perversa comedia romántica de adolescentes en la secundaria que a un show más de inteligencia y persecuciones.

¿Carnada para las sensibilidades queer de la nueva audiencia? Lejos de ponerse seria y bajar línea sobre la importancia de esto o aquello, la serie se divierte jugando con las expectativas de la audiencia y la confusión general de no explicar con palabras lo que pasa en esos cuerpos obsesionados, en ese “amor de espionaje”, como lo determinó su creadora, Phoebe Waller-Bridge. El tremendo final, incluso, lleva a perseguida y perseguidora al terreno que ocuparían si estuviéramos ante un amor heterosexual en cualquier historia de espías tradicional. Y ¡sácate! lo subvierte. Pero no nos adelantemos.

De la factoría de BBC America (que ya dio “Orphan Black”, otra serie de intrigas que distorsionaba con desfachatez los límites del género, partiendo de una premisa ridícula -una serie de clones, todos interpretados por la misma actriz- y alcanzaba una ejecución adictiva), que el nombre de Waller-Bridge firme la serie explica un poco la tendencia de la serie a la feliz degeneración (del género de espías y del género en general): es la creadora de “Crashing” (puede verse en Netflix) y la excepcional “Fleabag”, exploraciones de la sexualidad, los traumas, egoísmos y obsesiones del siglo XXI, pero siempre con afán de divertir con negrísimo, incorrecto humor y quebrar expectativas.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE