Macri, bajo presión de sus aliados (y de la realidad)

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Mariano Spezzapria

@mnspezzapria

Cuando pidió a los argentinos, pocos días atrás, aguantar hasta que pase la crisis, el presidente Mauricio Macri también pareció dirigirse a sí mismo y a los colaboradores más fieles que continúan abonando su reelección, pese a los múltiples indicadores negativos que emite la economía y a las señales pesimistas que le llegan desde la política.

En la Casa Rosada parecen estar convencidos de que se trata de capear la tormenta, que en algún momento cesará, para enderezar el rumbo del barco hacia un puerto seguro. Pero lo cierto es que no todos en Cambiemos piensan de la misma manera: en algunos sectores del PRO y en especial de la UCR, hay dirigentes que piden al Presidente un gesto de apertura.

Esto es, que deje de coordinar la estrategia general solamente con Marcos Peña y Jaime Durán Barba, y que consulte también a la gobernadora María Eugenia Vidal, al alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta y a la conducción del radicalismo. Incluso, le sugieren que abra la fórmula de Cambiemos a la UCR o a algún referente del peronismo moderado.

Tampoco faltan los que instalaron el Plan V, que implicaría que la candidatura de Cambiemos recaiga en Vidal, con lo cual blanquearon el temor que existe dentro del oficialismo a que Macri los lleve directo a una derrota electoral, sobre todo si la caída fuera en manos de Cristina Kirchner. Menos aversión despierta en la UCR la figura de Roberto Lavagna.

De hecho, el radicalismo demora la convocatoria de su Convención nacional por el mar de fondo que hay en su relación con Macri, a tal punto que los principales dirigentes del partido no se animan a aventurar cuál sería el resultado de una votación en ese órgano partidario para ratificar la alianza con el PRO o migrar hacia una coalición que lleve como candidato a Lavagna.

Salvo Elisa Carrió, siempre más atenta a los enjuagues judiciales que a la marcha de la economía, la dirigencia de Cambiemos que no tiene despacho en la Casa Rosada siente que la campaña electoral será empinada, cuesta arriba, y que bien valdría un replanteo de la estrategia. Así piensan gobernadores, intendentes y legisladores que acompañaron a Macri en 2015.

Pero que ahora, cuando faltan menos de tres meses para la inscripción de las candidaturas presidenciales, entienden que –más allá de lo que haga Cristina o de si Lavagna se convierte en un candidato con potencia electoral- la mesa chica del PRO debería atender la realidad y adecuarse con gestos nítidos. De otro modo, presienten que caminarán por un callejón sin salida.

 

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