Hagamos honor a los soldados caídos y aprendamos a vivir en paz

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Por GABRIEL SAGASTUME (*)

¿Qué cosas cambiaron? ¿Cuáles siguen igual? ¿Cómo cambiamos nosotros, los exsoldados que participamos de la guerra?

Lo primero que cambió, es el reconocimiento de la gente. Hace 37 años a muchos nos daba vergüenza decir que habíamos estado en la guerra. Teníamos 19 años, éramos hombres de golpe, habíamos visto la muerte y muchos no nos entendían. Tuvimos que explicar la diferencia entre los soldados conscriptos y los militares de carrera. Otra cosa que cambió, esto ya está definitivamente entendido.

“No soy el que fui, ni tampoco soy el que hubiese sido de no haber ido”, me dijo mi amigo Oscar Ibarguren, compañero de trinchera.

Después de 1982 la palabra Malvinas remite inmediatamente a la guerra, como bien dice el historiador Federico Lorenz, creo que es nuestra tarea modificar a futuro ese significado. Los trabajos que se han hecho en este último tiempo por parte de ingleses y argentinos para poner el nombre a cada una de las tumbas del cementerio argentino de Darwin es una buena muestra de cómo se pueden hacer cosas juntos.

Además esa tarea trajo el reconocimiento a los familiares de los caídos, un aspecto que estaba olvidado.

En la década del 70 hubo un acercamiento notable entre la comunidad de la Argentina continental y la comunidad isleña. Recordemos que en esos años y en virtud del tratado con Gran Bretaña de 1971 se mejoraron las comunicaciones con las islas y se establecieron allí las empresas estatales de servicios. Se construyó la pista de aterrizaje del aeropuerto, entre otras importantes mejoras que recibieron “nuestros compatriotas” de las islas.

Esas vinculaciones fueron acompañadas de avances en las negociaciones por la soberanía que nos colocaron a un paso de obtenerla. Se manejaba como posible solución un sistema de arrendamiento por un plazo de varias décadas, pero con el traspaso inmediato de la soberanía, parecido al que permitiera la entrega de Hong Kong a China.

Todo eso se derrumbó con la guerra. Los británicos ya no se volvieron a sentar en ninguna mesa de negociación.

Por otro lado, se vieron obligados a incorporar a los isleños a su país con los mismos derechos y obligaciones que cualquier otro ciudadano del Reino Unido y la situación económica de los kelpers mejoró mucho gracias a las ganancias obtenidas por el otorgamiento de las licencias de pesca en la zona.

La pequeña y paulatina influencia que habían generado los argentinos que se habían instalado o viajado a las islas a raíz de las actividades de empresas como YPF por ejemplo, desapareció súbitamente en 1982. Pero algo nuevo está ocurriendo en estos años. A las visitas de los familiares deben sumarse las de los veteranos que concurren a recorrer los lugares donde están los fantasmas del pasado. Y los vínculos con los isleños deben retomarse, con respeto.

Estos viajes, creo que están haciendo un trabajo de hormiga más importante que la tarea de los funcionarios del área de las relaciones exteriores. La vinculación de persona a persona y el trato diario, ameno y respetuoso, es un camino, quizás muy largo, pero seguramente efectivo para lograr por lo menos generar un grado de confianza indispensable para cualquier tipo de negociación o relación.

Muchos excombatientes hemos superado los dolores de la guerra. Para la psicología la resiliencia se define como la capacidad de los seres humanos sometidos a los efectos de una adversidad, de superarla e incluso salir fortalecidos de la situación.

Dar un sentido a la vida es un aspecto inseparable del proceso resiliente. Agradecer a nuestras familias y amigos que nos ayudaron a incorporarnos a la vida como una persona más.

Cuando subieron al Canberra (el buque inglés que trajo al continente a la mayoría de los soldados argentinos) mi amigo Alberto Tarsitano recuerda haber prendido el parlante que estaba en el camarote que le tocó y escuchar “Escalera al cielo” de Led Zeppelin. Se sintió en su casa otra vez. Hoy me toca participar en una obra de teatro con veteranos argentinos e ingleses de la guerra de Malvinas y contar nuestras historias. Tenemos muchas cosas en común, más de las que nos separan. La experiencia de haber compartido ya tres años de gira con “Campo Minado” por distintas ciudades del mundo me enriqueció y me enseñó mucho sobre la tolerancia y el respeto a las ideas ajenas. A escuchar al que no piensa como uno.

En este nuevo aniversario hagamos honor a nuestros compañeros caídos, también a los muertos del enemigo y aprendamos a vivir en paz.

 

(*) Excombatiente

 

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