Juan Carlos Fernández Lecce
Edición Impresa | 11 de Mayo de 2019 | 03:38
Abogado, juez en lo penal, apasionado historiador y protagonista de una vida que le propuso más de un desafío y le brindó, asimismo, varias satisfacciones, falleció, a los 86 años, Juan Carlos Jorge Fernández Lecce.
Había nacido en esta ciudad el 6 de enero de 1933. Hijo de platenses -su padre, Martín Fernández, fue empleado de Tribunales, y su madre, Aída Lecce, descendiente de italianos- creció en el barrio de 3 entre 69 y 70, donde, solía recordar, jugaba al fútbol con René Favaloro. Cursó la primaria en la Escuela Anexa y la secundaria en el Colegio Nacional.
Ingresó al Poder Judicial en 1955, a poco de recibirse de abogado en la facultad de Derecho de la UNLP. Hizo carrera: primero fue empleado judicial, luego fue designado secretario del Juzgado penal Nº 1 y finalmente fue titular del Juzgado Penal Nº 6. La dictadura que tomó el poder en 1976 lo dejó cesante de la manera más violenta: un militar lo sacó de su despacho, ametralladora en mano, un día de ese año. A partir de entonces se dedicó a la profesión de manera independiente, aunque durante un tiempo fue asesor de la Subsecretaría de Justicia de la Provincia.
Pero aquella experiencia no fue la única extrema en la que demostró un singular valor. Unos años antes, en 1971, en el juzgado penal en el que trabajaba se tramitaba la causa por la muerte del gremialista Felipe Vallese, en la que estaban imputados unos 40 policías bonaerenses. Lo secuestraron en la esquina de 13 y 55, lo subieron a un auto y en un descuido del que lo vigilaba, abrió la puerta y se tiró del vehículo. Alcanzaron a dispararle, pero fallaron, y así pudo escapar.
También se volcó con un particular empeño a la formación de jóvenes y dictó clases en la Escuela del Servicio Penitenciario y, como titular de la cátedra de Derecho Privado, en la facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica de La Plata.
Intelectualmente inquieto, no fueron el ejercicio de la abogacía ni la docencia sus únicas inclinaciones. Amante del decurso de la Historia, disfrutaba de la investigación de acontecimientos políticos del pasado, algunas de las cuales las plasmó en publicaciones.
Otras dos actividades distraían toda su atención: seguir al equipo de sus amores, Gimnasia, y coleccionar monedas; fue presidente del Centro de Numismática La Plata.
Casado con Teresa Iparraguirre, fue padre de cinco hijos: Alejandro, Roxana, Gustavo, Viviana y Jessica. Tuvo cuatro nietos: Estefanía, Dolores, Berenice y Valentín.
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