María Cruz Garciarena

Edición Impresa

Perteneció a la congregación Siervas de Jesús de la Caridad y entregó su vida al cuidado de los enfermos y a profesar su fe sin claudicaciones, por eso la partida de la religiosa María Cruz Garciarena Arregui provocó un sentido pesar entre quienes la conocieron.

Había nacido el 11 de diciembre de 1923, en San Sebastián, España, en el seno de una familia numerosa y de gran devoción por el cristianismo. Ella solía emocionarse con el recuerdo de sus dos hermanas también religiosas y de su tío arzobispo.

Llegó a la Argentina hace 60 años y expresó un gran arraigo a su congregación -Siervas de Jesús, de calle 57, 9 y diagonal 73- y a esta ciudad. El último miércoles, en el día de San Isidro Labrador, fue recordada por sus compañeras quienes la definieron como una mujer activa y trabajadora, extremadamente observante de la vida religiosa.

Son incontables los ancianos y enfermos que cuidó en interminables madrugadas, en hospitales y casas de familia de la Ciudad. Fue fiel al lema de “Amor y sacrificio” de la fundadora de la congregación, Santa María Josefa del Corazón de Jesús.

Ya impedida de realizar tareas, en más de una ocasión, le gustaba permanecer sentada, rezando, frente a las religiosas más jóvenes, mientras ellas realizaban las tareas propias de la casa, como cocinar, limpiar, atender a los necesitados. Por eso muchas la definieron como muy cercana, protectora y de una gran sabiduría.

Hasta sus últimos días estuvo acompañada por las hermanas de su comunidad, rezando y cantando; ellas destacaron su vida absolutamente entregada a Cristo y a la Iglesia.

Si bien en los últimos tiempos sus momentos de lucidez fueron fugaces, siempre se la veía con el rosario entre sus manos y con una oración continua.

Quienes la conocieron la describieron como una entusiasta del deber, la higiene, la puntualidad y muy respetuosa en el cuidado de los enfermos.

También fue muy sociable y comunicativa. En el tiempo libre le gustaba hacer distintas manualidades, en especial tejer, actividad en la que expresó buen gusto y virtuosismo.

María Cruz amó su tierra con pasión. A lo largo de su vida concretó varios viajes a su pueblo natal y disfrutó del acervo cultural de sus raíces vascas y del reencuentro con sus afectos familiares.

 

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE