Dos chicos entraron a robar en una casa, el dueño los descubrió y uno le pidió perdón

Tienen 17 y 12 años, se colaron en una vivienda de 12 entre 512 y 513, pero la Policía los atrapó cuando se ocultaban en un terreno

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Eran las 8 de la noche del martes cuando un hombre y su hija adolescente volvieron a su casa en Ringuelet. Apenas entraron, se llevaron la peor sorpresa: un joven desconocido estaba en el descanso de la escalera que conduce al piso superior de la vivienda. Ante los gritos de miedo y desesperación de la chica, el padre primero insultó al intruso y amagó con ir tras él, pero al advertir que en la planta alta del domicilio de 12 entre 512 y 513 había alguien más, salió a la calle presuroso junto a su hija, de 17 años, cerrando el portón del garaje con llave.

“Dejé a mi hija en la casa de una vecina porque estaba muy asustada, estacioné mi camioneta en la vereda de enfrente y avisé a la Policía”, contó ayer el periodista platense Sergio Antonucci (57), aportando que un móvil del Comando de Patrullas llegó rápidamente, “con un oficial de nombre Miguel que enseguida me contuvo. Luego vinieron los de la comisaría Sexta”.

Acompañado por los policías, Antonucci reingresó en la casa, donde vieron los ambientes dados vuelta y el cristal de un ventanal de la planta alta destrozado. “Supusimos que desde la terraza se habrían escapado tirándose a un terreno baldío” lindero o “hacia una casa abandonada” que está del otro lado, detalló el periodista. La intriga se develó pocos minutos después, cuando los efectivos y Antonucci revisaban el baldío y observaron los restos de sangre que sobre una pared dejaron los ladrones tras cortarse con el vidrio del ventanal.

Instantes después el dueño de la vivienda descubrió, con la linterna de su celular, a dos menores tirados en el fondo del terreno.

“NO DIGAS NADA”

“Se ve que querían ocultarse ahí, amparados por la oscuridad del lugar, hasta que se fuera la Policía y luego continuar la fuga con lo que acababan de robar en la casa: una notebook, bolsos con ropa, un par de relojes y un parlante”, detalló Antonucci, quien además es docente de la facultad de Periodismo.

Acorralado por las circunstancias, el más grande de los chicos apeló a un recurso desesperado: rogarle a la víctima que no revelara el escondite, pero no tuvo éxito. El periodista recuperó sus pertenencias y los menores fueron trasladados a la comisaría Sexta, donde se reencontraron con sus familiares. En esa seccional Antonucci conversó con las madres de los acusados: “Les dije que si me hubiesen pedido dinero, ropa o comida, les hubiera dado y me ofrecí a hablar con ellos”. En ese momento, “el pibe de 12 años me pidió perdón”, contó.

Según el profesional, “hace 2 años que el barrio está muy inseguro”. En la zona apuntan a “pibes que se juntan en 12 y 513 y parecen vigilar nuestros movimientos”.

 

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