Sólo con el déficit cero no alcanza para salir de la crisis

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El riesgo país en Argentina alcanzó el viernes los 931 puntos luego de haber superado levemente las 1.000 unidades la semana pasada. Esto significa que, si el Estado argentino quiere tomar deuda en dólares en el mercado internacional, tiene que pagar tasas de interés del orden del 10% anual en dólares por encima de la que pagan los bonos del Tesoro norteamericano. Semejante brecha refleja que el Estado argentino tiene virtualmente cerrado el acceso al crédito en el mercado financiero, destaca un informe del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa).

La credibilidad en la capacidad de pago de la deuda pública de un país depende de la situación fiscal actual, el endeudamiento y fundamentalmente de cómo se avizora el futuro. En base a información publicada por el Ministerio de Hacienda se puede analizar la dinámica de estas variables desde que asumió el actual gobierno:

En diciembre del 2015, el déficit primario era de 3,8% del PBI, los intereses eran de 1,3% del PBI y el riesgo país era de 487 puntos, en diciembre del 2017, el déficit primario se mantuvo en 3,8% del PBI, el pago de intereses subió a 1,6% del PBI y el riesgo país bajó a 351 puntos y en abril del 2019, el déficit primario bajó a 1,9% del PBI pero el pago de intereses volvió a subir hasta 2,9% del PBI y el riesgo país trepó a 963 puntos.

Estos datos muestran que en la primera mitad de la gestión del actual gobierno hubo una importante cuota de confianza reflejada en la baja del riesgo país, aún cuando el déficit primario se mantenía igual que al inicio de la gestión.

En la segunda mitad, la situación se revirtió cuando se explicitó que los esfuerzos por bajar el déficit primario no alcanzaban para compensar el aumento en los intereses. A abril del 2019, aun cuando hay una fuerte disminución del déficit primario, los intereses siguen aumentando. En este contexto es que explota la desconfianza.

En la evaluación del riesgo país se tiende a dar muy alto protagonismo a las encuestas electorales. Esta visión pasa por alto que, más allá de la voluntad de pago de la deuda, hay evidencias que fundan dudas sobre la factibilidad de que esto sea posible. Por lo tanto, habría que poner menos energías en las estrategias electorales y más esfuerzos en diseñar acciones que permitan generar mayor solvencia fiscal. Se trata de un desafío mucho más complejo que alcanzar el déficit primario cero ya que implica demostrar, de manera convincente, que en los próximos años no se gastará por encima de los ingresos, destaca Idesa.

 

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