De “GOT” a “Chernobyl”: cuando las “urgentes” rencillas de poder no dejan tiempo a lo importante

La ficción sobre el desastre soviético y el show fantástico medieval impactaron en el público por su urgente advertencia sobre la política

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Por PEDRO GARAY

pgaray@eldia.com

“Game of Thrones” dejó un vacío importante en los televidentes, pero rápidamente la tribu seriéfila encontró reemplazo, aunque fugaz: “Chernobyl”, estrenada sin demasiado alboroto hace cinco semanas en la pantalla de HBO, cuando “GOT” mostraba por la misma pantalla sus últimos episodios, y cautivó a la audiencia.

Una audiencia sorprendida por estar enganchada con una thriller político inglés sobre un evento soviético ocurrido hace más de 30 años, tanto como HBO, que rápidamente se percató del arrastre que la serie generaba en las redes e inició una fuerte campaña de promoción: el resultado es que “Chernobyl” se convirtió en la serie más comentada de junio, lo que disparó las discusiones. ¿Es un retrato ajustado a lo que ocurrió en realidad, o un relato tendencioso, propaganda capitalista en medio del resurgimiento de la Guerra Fría? ¿Es una gran miniserie, de lo mejor del año, o está inflada por el canal y el entusiasmo 2.0, que nunca sabe de mesura, de grises, y se fanatiza fácilmente? Casi como una ironía, un reflejo de lo acontecido en aquella catástrofe nuclear, estas discusiones alejan de lo que late en el centro de la serie: la lógica del poder hace que siempre, lo urgente, lo chiquito, la rencilla, no deje tiempo para lo importante.

Un punto que “Chernobyl” compartió con otros thrillers políticos como “The Honourable Woman” o “House of Cards”, pero también, curiosamente, un punto en común con la fantasía medieval y uno de los motivos que volvió tan resonante a ambas ficciones tan alejadas de nuestra realidad: sean átomos radiactivos o caminantes blancos, sea Invernalia o Chernóbil, el magnetismo y el horror que provocaron estos shows proviene no tanto de un susto construido en el montaje, sino en revelar en carne viva (y con las herramientas de sugestión del cine de terror antes que con discursos y golpes de guión), el resultado implacable del poder y sus mecanismos, verticalistas y ambiciosos, que no son la excepción, sino la regla.

No se trata “Chernobyl” entonces (solo) del autoritarismo y la ignorancia soviética, que causó que el pueblo tuviera que sacrificarse para evitar un apocalipsis nuclear, sino de cómo siempre opera el poder, y es esa sospecha, el aire familiar de los métodos de la política en esta historia ocurrida en una nación extinta, lo que genera pasmo en la audiencia; de la misma manera, no fue “GOT” una historia de espaditas y casas en pugna, sino una advertencia sobre cómo las rencillas políticas, el chiquiterío para ver quién se queda con las migajas más grandes, podía devenir en una catástrofe global: el invierno, el “enfriamiento” global. Jon Snow, desesperado, intentaba que la humanidad lo escuchara y se centrara en lo importante, pero las urgencias del poder siempre podían más.

La serie fantástica truncó sobre el final estos argumentos, resolviendo la gran batalla, la guerra de la humanidad contra la muerte y la extinción, en un episodio. No importa. La semilla del mensaje ya plantado: no se trata sólo de cómo el poder miente y encausa a los pueblos en batallas inútiles, sino además de cómo los pueblos, los fanáticos de Daenerys, los súbditos de la Unión Soviética, alientan esas mentiras, un mensaje urgente en tiempos de posverdad, donde los políticos apelan a los sentimientos antes que a los argumentos y enmascaran mentiras con discursos magnéticos; tiempos donde el público se debate en grietas y los problemas de fondo solo parecen multiplicarse.

“Queríamos hacer una historia sobre el costo de la mentira”, afirmó Craig Mazin, el creador de “Chernobyl”, en alusión a la frase que abre y cierra la miniserie. “Queríamos explorar cómo cuando la gente miente, y elige creer la mentira, y todos son parte de una especie de conspiración pasiva para promover la mentira sobre la verdad, pueden salirse con la suya durante un tiempo... pero a la verdad no le importa”. Y cuando la verdad inevitablemente estalla y rompe con las paredes de mentiras insostenibles, “la que sufre es la gente”. Para tener en cuenta en octubre.

 

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