Quiebra, dictadura y el final de una época dorada para la Región

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En 1971, tras una convocatoria de acreedores, un juez nacional decretó la quiebra de Swift. En octubre de ese año la dirigencia sindical demandó la nacionalización con control obrero, pero el Estado intervino la fábrica. Durante la última dictadura, la cantidad de obreros se redujo abruptamente: de 5.200 en 1976 a 836 en 1983. Por una parte, la fuerte represión impidió que algunos trabajadores continuaran en sus puestos. Por otra, la empresa instrumentó reducciones masivas, primero con la privatización de 1977 y después con los retiros voluntarios y los despidos durante la gran huelga de 1979. El frigorífico fue adquirido por la empresa Carnes Argentinas S.A. por un monto bastante menor al valuado, en el marco de un programa de la dictadura. Esta reprivatización fue festejada en un acto presidido por el entonces ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz. En 1983 la fábrica dejó de funcionar. Fue el punto final de una época dorada que escribieron miles de familias, como Casari, Rubin, Gil, Dallachiessa, Tartarini, Taha, Manokian, Carú, Miranda, Prieto, Nedela, Arrien, Castro, Demitrio, Yotoff, Malachosky, Galletti, Reichman, D’antonio, Amiel, Stabi, Apas, Estasco, Auerbach, Arinovich, Bocaccini, Geber, Rosenfeld, Danzinguer, Berman, Leikin, Polopodin, Jarochevsky, Visniesky, Saravia, Marcellini, Golatilech, Cruz, Pendón, Sosa, y una lista interminable.

 

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