Los protagonistas de la hazaña que unió al mundo por un rato

Neil Armstrong murió en 2012, Aldrin mantiene un perfil discreto y Collins, de 88 años, reflexiona sobre aquel “logro maravilloso”

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Cuando Neil Armstrong y Buzz Aldrin pusieron sus pies en la luna el 20 de julio de 1969, en una de las hazañas tecnológicas más gloriosas de la humanidad, el astronauta Michael Collins, quien orbitaba la luna a solas en la nave matriz mientras Armstrong proclamaba su célebre frase “un pequeño paso para un hombre, un salto gigantesco para la humanidad”, observó con asombro cómo se unían todos los habitantes de la Tierra.

“Fue un logro maravilloso en el sentido de que la gente alrededor del mundo lo aplaudió: norte, sur, este, oeste, ricos, pobres, comunistas, lo que fuera”, dijo Collins, ahora de 88 años, en una entrevista reciente.

Esa sensación de unidad resultó efímera. Pero 50 años después, el Apolo 11, la culminación de ocho años de trabajo arduo en el que participaron 400.000 personas y se invirtieron miles de millones de dólares -todo con el fin de ganar la carrera espacial y llegar a la luna antes que la Unión Soviética- sigue provocando emoción.

En ocasión del aniversario, la NASA, poblaciones, museos y toda clase de instituciones realizan ceremonias, desfiles y fiestas. Se lanzarán simultáneamente 5.000 modelos de cohetes frente a las instalaciones en Huntsville, Alabama, donde nacieron los colosales cohetes Saturn V, y se probarán modelos Apollo 11K y Saturn 5K en el Centro Espacial Kennedy de la NASA.

Armstrong, quien condujo el módulo Eagle al alunizaje cuando quedaban pocos segundos de combustible, murió en 2012 a los 82 años, y Aldrin, de 89 años, el segundo en pisar la superficie gris y polvorienta, estuvo enredado recientemente en una demanda legal en la que dos de sus hijos trataron de que se lo declarase mentalmente incompetente, pero desistieron, y ha mantenido una presencia discreta en los días previos al aniversario.

Collins, en tanto, recuerda que “jamás hablamos sobre la posibilidad de quedar varados en la luna, ni siquiera lo insinuamos. Quiero decir que no éramos tontos, sabíamos muy bien que muchas cosas debían salir a la perfección para que volviéramos todos. Pero si eso era inconcebible, también era inexpresable”.

 

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