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Séptimo Día |PERSPECTIVAS

Vivir es una aventura filosófica

Vivir es una aventura filosófica

SERGIO SINAY (*)

11 de Agosto de 2019 | 08:06
Edición impresa

La filosofía no es útil o inútil, simplemente es necesaria. Esto afirma la filósofa española Marina Cortés. Lo cierto es que, más allá de su utilidad o su inutilidad, la filosofía parece estar convirtiéndose hoy en una moda. Filósofos mediáticos, filósofos pop, filósofos que asesoran a políticos y presidentes, presidentes con filósofos de cabecera (siempre que ofrezcan ideas simples y que no obliguen a pensar demasiado). Se exploran ideas filosóficas en series de televisión, en dibujos animados y hasta en la gastronomía, y así tenemos libros del tipo “La filosofía del doctor House” o “Los Simpson y la filosofía”. E incluso si una serie ofrece condensar en una hora y, a través de una historia que mezcle misterio y romance, las ideas de la gran pensadora Hannah Arendt o las de Ludwig Wittgenstein, se convertirá en éxito inmediato, tendrá varias temporadas y permitirá a sus seguidores tener tema de conversación en cualquier evento social.

No está mal. Después de todo Sócrates, padre fundador de la filosofía griega, en la que abreva el pensamiento occidental, acostumbraba, en el siglo V antes de Cristo, a andar por los mercados y desparramar entre los viandantes interrogantes esenciales, como, por ejemplo, qué es la realidad, por qué existe lo que existe o qué es la verdad. Desde sus inicios la filosofía estaba destinada a sumergirse en el mundo, a enlodarse en los grandes interrogantes que nos acompañan a través de la vida, ya sea de modo consciente o inconsciente. Filosofía significa, etimológicamente, amor a la sabiduría. No a la información ni al conocimiento que, aunque resuenen como parientes de ella, no tienen nada que ver con la sabiduría. Conocimiento e información son procesos iniciados desde afuera, se trata de la incorporación de elementos externos, iguales para todos quienes los absorben, mientras que la sabiduría es el resultado de un proceso que incluye el pensamiento, la memoria, las experiencias, las vivencias, y concluye en una comprensión del mundo y una visión de este propia e indelegable. Se puede tener mucha información general o específica o mucho conocimiento de un tema en particular, sin que eso signifique que se tiene sabiduría. También es posible ser sabio sin estar empachado de información y conocimientos.

AUNQUE NO LA VEAMOS…

La filósofa y académica española Adela Cortina, reconocida autoridad en temas de ética, sostiene que la filosofía “se ocupa de las preguntas que nos constituyen como seres humanos. Si dejáramos de planteárnoslas, perderíamos nuestra humanidad”. Y esas preguntas se renuevan constantemente, desde el momento en que la vida es evolución y movimiento. En qué consiste la libertad, qué es el progreso, los límites éticos de la tecnología, qué es la justicia, cuál es el sentido de la vida, las diferencias entre aceptación y tolerancia, la existencia o no del libre albedrío, qué es la felicidad, qué es el amor y cuántos tipos de amor existen, qué es la amistad, qué vida salvar cuando no se pueden salvar todas las vidas. Estas son apenas unas pocas cuestiones filosóficas. Los temas de la filosofía no se resuelven a espaldas del mundo, en torres de marfil, en cenáculos de pensadores. Nos acompañan desde que nacemos, nos envuelven como un halo. No se trata de que nos interesemos por ellos o no. Están, existen.

“La filosofía busca la verdad en cada circunstancia de la vida, dice Droit”

 

Los interrogantes filosóficos son interrogantes existenciales, no hay modo de dejarlos afuera de nuestras vidas, y cuando se los pospone o se los ignora reaparecen bajo múltiples e insospechados disfraces o como diversas situaciones de la vida. Muchas de esas circunstancias que nos toca vivir y que solemos no comprender (o, peor, no aceptar) suelen ser, en definitiva, interrogantes filosóficos. En su delicioso y esclarecedor libro “La filosofía explicada a mi hija”, el pensador francés Roger-Pol Droit apunta que lo necesario para empezar a filosofar son preguntas y capacidad de reflexionar. Coincide con Marina Cortés en que la filosofía enseña a pensar. Pero tampoco es tan sencillo, aclara. Si se simplifica la filosofía, si a través de malabarismos mediáticos como los ejecutados por muchos filósofos de moda se trata de generar la ilusión de que cualquiera filosofa, la disciplina termina siendo banal y pierde su interés. Filosofar no es como respirar, cosa que todos hacemos naturalmente, explica Droit. No es una actividad espontánea, y para abordarla hay que empezar por dejar afuera las ilusiones, las meras opiniones propias y los puntos de vista imprecisos. Se vive como se piensa, afirma este filósofo. Razón de más para aprender a pensar y para ejercitarse en esta posibilidad humana que no se da por sí sola ni por el simple hecho de que tenemos un cerebro y una mente.

EN BUSCA DE LA VERDAD

La filosofía busca la verdad en cada circunstancia de la vida, dice Droit, de la misma manera en que un inspector de policía rastrea en las pistas de un crimen y reflexiona sobre estas. Y para buscar la verdad, los filósofos deben empezar por dudar de sus propios preconceptos, prejuicios, pensamientos. Estos serán los primeros sospechosos. Van en busca de la verdad, no de un dogma. Y desde siempre la han buscado especialmente en los campos de la moral (lo que está bien y lo que está mal, lo justo y lo injusto) y de la política (el poder, la equidad, la organización de la comunidad). Pero también la rastrean en el arte, en la ciencia, en la historia, en la lógica, en la psicología. La filosofía es un saber que incluye a todos los saberes, su campo específico es la existencia humana, sus avatares y sus misterios.

Esta es una buena razón por la cual, en una época como la nuestra, en la que cada vez hay más especialistas que saben mucho de una sola cosa y son ignorantes en casi todo lo demás, la filosofía debería ser una materia básica y obligatoria en el inicio mismo de todos los estudios, tanto en los niveles secundarios como terciarios o universitarios. No para aprender de memoria las ideas de los filósofos o las diferentes corrientes, sino para tomar contacto con las grandes y eternas cuestiones de la humanidad, con la existencia del otro. Y, sobre todo, para aprender a pensar.

“Las ideas no son algo aparte, un jardín situado a un costado de la existencia”, dice Droit. “En realidad, ellas gobiernan las acciones, las formas de vida y los comportamientos”. Admite que se puede vivir sin reflexionar, y hoy sobran las pruebas de ello en el ámbito público y en el privado, en todos los campos y hasta entre quienes gobiernan y tienen responsabilidad sobre las vidas de otros. Pero trabajar sobre las ideas, no eludir la reflexión, examinar los pensamientos, someterlos a prueba, ayuda a vivir mejor, enfatiza Droit, “de manera más humana, más inteligente e intensa”.

La filosofía nació con el ser humano y es producto del asombro de este ante su propia existencia y ante la existencia del mundo. Como señala Droit en otro de sus libros (“101 Experiencias de filosofía cotidiana”) al hacernos pensar todas las suposiciones vacilan. Nada de lo evidente está garantizado. Hay que seguir indagando, buscando la verdad. La trayectoria de cada uno será diferente, dice, y no llegarán a las mismas conclusiones. Pero basta conque la búsqueda se inicie. Y conque continúe mientras dura la vida. Porque, bien vivida, la vida es, finalmente, una aventura filosófica.

 

(*) El autor es escritor y periodista. Su último libro es "La aceptación en un tiempo de intolerancia"

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