Motivados pero no estresados

Cuándo, cuántas y qué actividades proponerles a los chicos más allá de la escuela ¿Hay que escuchar lo que les gusta, detectar en qué son buenos o consultar con un especialista? Expertos en niñez, educación y psicopedagogía ofrecen sus opiniones para acertar con la elección

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Por marisol ambrosetti

Fotos dolores ripoll, Gonzalo calvelo y gonzalo mainoldi

vivirbien@eldia.com

Con la mitad del año encima, el Día del Niño es una buena fecha para pensar cómo la están pasando nuestros hijos, evaluar qué tan bien les va en la escuela y cuán gratificantes son las actividades que realizan fuera de las obligatorias. También, ser capaces de escuchar si disfrutan de lo que hacen, si están cansados o estresados y, si es necesario, reorganizar rutinas.

Los especialistas en aprendizaje infantil coinciden en que no hay una edad precisa para que comiencen a practicar un deporte, alguna disciplina artística o un idioma, y que dependerá en buena medida de la motivación familiar y de los intereses de cada chico. Muchos comienzan a explorar opciones a los 3 años, en coincidencia con la iniciación escolar, pero la mayoría suma tareas extra recién cuando comienza la primaria.

Para psicopedagogas, educadores y psicólogos infantiles, no hay dudas: lo mejor para un niño o niña es permitirle elegir qué actividad quiere realizar. “Algunos chicos identifican a edades muy tempranas qué les gusta y enseguida lo piden, pero otros no lo descubren fácilmente, entonces será tarea de los padres ofrecerles un amplio abanico de posibilidades para que puedan conocer y, más tarde, elegir libremente cuál les gusta más”, explica María Lorena Caravelli, profesora en Ciencias de la Educación, psicopedagoga y docente.

Coincide con ella la psicóloga infantil Celina Selva y aporta que aquel al que le gusta el fútbol, algo tan popular en nuestro país que se ve en la tele y se juega en el patio de cada casa, “seguro pedirá hacerlo rápidamente, pero tengamos presente que nadie pide lo que no conoce”. Por eso, actividades sin tanta “prensa” como taekwondo, danzas, piano, teatro o artes plásticas constituyen opciones que habrá que “presentarles” a los chicos.

Bien lo saben Ricardo Sánchez Dillon y Gigí Gouvea, padres de dos varones de 9 y 7 años. Siempre estuvieron de acuerdo en inculcar a sus hijos el amor por el deporte “por salud, inserción social, amistades e integración, para nosotros es tan importante como la escuela”. Con Ricardito, el mayor, fue sencillo: “Él quiso ir a fútbol de entrada”. Y ahí está, a pura gambeta en CRISFA, adonde entrena y juega tres veces por semana. “Con el más chico fue distinto: no le gustó la pelota, pero algo tenía que hacer, así que pasó por natación, por tenis y se quedó con rugby, que es donde mejor se sintió”. Ahora va contento a entrenar tres veces por semana en La Plata Rugby.

Selva observa que así como llegan a su consultorio psicológico niños y niñas agotados porque a la doble jornada escolar le suman dos o más actividades extra, también están aquellos que reclaman más acción porque son muy enérgicos y precisan mayor descarga física. Tal es el caso de la pequeña Delfina (5): “No para un minuto”, asegura su papá, Federico Pedersoli (35). Cuenta que la nena va a un colegio con jornada extendida, de casi siete horas, y que empezó a hablar a muy temprana edad. “En la escuela nos preguntaron si iba a canto, porque se la pasa cantando y se sabe a la perfección la letra de todas las canciones; así que decidimos que vaya en forma particular, con una amiga mía”.

Pero Delfina pedía más. Entonces fue a aprender danzas. Un día, al salir de la clase, subió al auto y dijo: “¿Sabés qué, papá? Me gusta bailar... pero no tanto”’. A buen entendedor, pocas palabras. Buscaron otra opción y ahora va a gimnasia artística en el Club Banco Provincia, una hora dos veces por semana. Eso sí, aclaran los papás, “lo hace como un juego, no está obligada y si no tiene ganas, no va”.

Los especialistas insisten en que los adultos debemos desarrollar la capacidad de escuchar y respetar el deseo y los tiempos de los niños, en especial cuando se trata de una actividad extraescolar: “Es muy importante que la disfrute, pues allí está puesto en juego su deseo de ser, hacer y también de aprender en un espacio y un tiempo no obligatorios; imprescindible para el crecimiento en un ambiente de socialización con otros”, enfatiza la psicopedagoga Lorena Caravelli.

Si me gusta me porto bien. La mejor versión de nosotros mismos estará donde hacemos lo que más nos gusta. La socialización en un espacio obligatorio como la escuela resulta más “forzada”, en cambio, “la norma se internaliza mucho mejor en un lugar motivador, al que se va por el propio deseo y al que se construye como grupo de pertenencia. Además, siempre que sea un espacio elegido habrá mayor tolerancia a la frustración”, indica la psicóloga Celina Selva.

Cuando las experiencias son elegidas y tienen un sentido lúdico aportan beneficios a largo plazo. Pero ojo, porque como observa Selva “nunca falta el padre que mientras se fuma un cigarrillo, ansioso y alterado, le grita instrucciones a su hijo mientras juega en la escuelita de fútbol, como si el nene fuera Messi y él su DT”. En ese tipo de casos recomienda a los papás revisar el propio deseo proyectado en el niño, para no exigir más de la cuenta.

Cuánto tiempo dedicarle. No hay una cantidad de tiempo exacta para las actividades extraescolares, aunque aconsejan una hora dos o tres veces por semana, para no convertir en estrés lo que debería ser juego. Pero la realidad suele estar lejos del ideal.

La psicopedagoga Lorena Caravelli advierte que algunos padres muy ocupados e inmersos en su realidad laboral “recargan de actividades extraescolares a sus hijos, les asignan hasta dos o más tareas diferentes por semana completando todo su tiempo libre” ¿El resultado? Los chicos se encuentran cansados y disfrutan muy poco de esos espacios. Por eso, la especialista advierte que en ocasiones, estos chicos comienzan a presentar signos de estrés como dificultades en el rendimiento escolar, desgano, marcada dispersión y desinterés, incluso no faltan los que, literalmente, se duermen en el aula.

Esto sucede, según Selva, cuando las actividades están más supeditadas a los horarios de los adultos que a lo que quiere el niño: “Es necesario estar atentos y dialogar con los hijos sobre cómo se sienten porque si una actividad es muy exigente o frustrante no cumple el rol lúdico, recreativo e integrador que se pretende”.

La psicóloga recuerda que, en una oportunidad, “la madre de una niña que hacía varias tareas extraescolares de lunes a viernes le comentó preocupada que ‘el problema es que los sábados no tengo una actividad para ella’, una error bastante usual, en el que incurren muchos padres”.

Esta tendencia, concluye Caravelli, elimina el tiempo de ocio en el hogar y, peor aún, el tiempo compartido con los padres, “algo fundamental para que los niños crezcan, desarrollen la creatividad y fortalezcan los vínculos primarios, base y sostén de todas los futuras relaciones sociales que establezcan”.

Para los especialistas no hay dudas: lo mejor para un niño o niña es permitirle elegir qué actividad quiere hacer

 

 

 

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