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Deportes |LA SALIDA DE DIEGO AL CAMPO FUE UNA FIESTA, PERO DESPUÉS SE VIO MÁS DE LO MISMO

El enorme cariño a Maradona hizo bajar el volumen de otra decepción de los hinchas

Si fallan el arquero, el zaguero cotizado, los que deben marcar en el medio y, además, los de arriba no convierten, será muy difícil mantener viva la ilusión

El enorme cariño a Maradona hizo bajar el volumen de otra decepción de los hinchas

Diego Maradona no pudo, en una semana de trabajo, torcer el rumbo de un equipo que sigue en picada / S.Casali

Martín Mendinueta

Martín Mendinueta
@firmamendinueta

17 de Septiembre de 2019 | 04:00
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Gimnasia falla en todas las líneas de su equipo. Tanto que prácticamente se ha quedado sin titularidades indiscutidas. Nadie se salva de la crítica por la sencilla razón de ser merecida. Frente a Racing, que ni por asomo juega como cuando salió campeón, por momentos pareció gobernarlo un espíritu suicida. El “Lobo” se autoflagela cometiendo errores que sus hinchas no logran comprender. Está metido en un pozo y ni siquiera el magnetismo del mejor jugador argentino de todos los tiempos consigue, al menos por ahora, iluminarle el camino hacia la recuperación.

Su gente no puede hacer más de lo que hace. El recibimiento preparado para el momento en que el flamante director técnico apareciera en escena salió perfecto. Fue una fiesta. Puso la piel de gallina. Una catarata de cariño y agradecimiento genuino que Maradona, a pesar de todos los mimos que ha recibido a lo largo de su notable trayectoria deportiva, no olvidará. Hoy, cerca de sus seis décadas, está más sensible y se le nota. Todo esta movida le ha hecho bien, Gimnasia lo ha regresado al escenario que más le gusta.

El Lobo se autoflagela cometiendo errores que sus hinchas no logran comprender

Por su parte, el pueblo albiazul está emocionado por su llegada al club y se lo hacen saber en cada momento. Incluso en la derrota. No lo tratan como a un huésped distinguido; mucho mejor, le hacen sentir que ya es uno de ellos y eso no tiene precio.

Si Gimnasia hubiera ganado, su caminata de regreso hacia la boca del túnel hubiese sido otra película; sin dudas, la que tanto necesitaban los “triperos” para fortificar la esperanza que hoy luce debilitada. Maradona, sin gestos ampulosos ni verborragia bañada en almíbar, con la simpleza de su magnetismo único, ha ingresado en el corazón del pueblo azul y blanco. No ganó, ni siquiera empató y ellos lo despidieron con la misma emoción que se adueñó de la atmósfera faltando cuatro minutos para las once de la mañana.

DIAGNÓSTICO CRUEL: CUALQUIERA PUEDE SALIR

El nuevo golpe fue duro. Que el partido se haya roto con semejante error de Alexis Martín Arias pareció demasiado. Hubiera sido mejor que Lisandro López clavara un disparo inatajable, pero que su arquero (uno de los pocos que parece tener el puesto asegurado) se equivoque así, dejó sin consuelo a cada uno de los que se levantó temprano para ser parte de una jornada que quedará grabada eternamente en la historia del club.

Si algo le faltaba a Gimnasia para sentirse desdichado era la llegada del segundo gol visitante. Cuando Diego todavía estaba festejando el buen cabezazo de Matías García, que decretó el empate, otro Matías, Zaracho, lo devolvió de un empujón al infierno de su propia angustia.

Gimnasia no juega bien, es cierto, pero peor lo condenan sus ingenuidades. Su semblante de absoluta fragilidad debe cambiar cuanto antes.

Un equipo con arquero inseguro, zagueros poco o nada confiables, marcadores laterales que no marcan bien, dos volantes centrales que no son volantes centrales, ningún armador de juego y delanteros de escasa llegada al gol, no está preparado para afrontar la durísima empresa de ganar más partidos de los que puede perder. La ecuación no da. El optimismo se la pasa internado en terapia intensiva. Y el futuro, más que generarle esperanza, le provoca dolor.

Maradona no llegó a la vida del Lobo con la etiqueta de un gran entrenador. Es más, no lo fueron a buscar por eso. De lo contrario, no tendría a su lado a un director técnico que ya fue cabeza de grupo como es Sebastián Méndez. Diego iluminó a Gimnasia en un momento de profunda oscuridad. Le devolvió la fe. Y también la sonrisa.

Si lo va a salvar o no del descenso es algo que nadie sabe. Lo que si está claro es que Gimnasia hoy es un equipo repleto de problemas de funcionamiento. Necesita urgente un “cinco” que imponga orden en el medio. Que Brahian Alemán entre en sintonía cuanto antes, Que Alexis vuelva a ser el que fue. Que alguien mande en la “cueva” del fondo. Que el paraguayo Velázquez no esté tan solo en el área rival. Y que alguien les otorgue un mínimo libreto colectivo.

Recién después de incorporar todo eso, podrá sentirse con fuerzas para escapar de ese fantasma que hoy parece tenerlo acorralado.

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