Laura Marina Ramos

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“Siempre inteligente y vital, creativa y contestataria”, recuerdan a Laura Marina Ramos sus compañeros del Taller de Historia de la Arquitectura de la Universidad de La Plata, donde fue docente. “Taller que formó parte de su vida hasta sus últimos días, y en el que dejó una huella que reluce”, subrayan sus hijos.

Marina, como la llamaban, nació el 26 de marzo de 1965 en Ensenada. Y allí vivió hasta sus últimos días, cuando se fue dejando una marca indeleble en quienes la conocieron.

Sus padres, Juanita Jañez y Valentín Ramos -descendiente de caboverdianos por quien sentía un amor gigante-, encendieron en ella el interés por el prójimo, al tiempo que pensamientos universalistas que latieron en su interior por el resto de su vida, dando forma a sus caminos.

La construcción la fascinó desde pequeña, por lo que tomó ese sendero cuando, al despuntar su adolescencia, ingresó en el industrial Albert Thomas, donde se graduó como maestra mayor de obras en 1983.

Al año siguiente entró a la Facultad de Arquitectura de la UNLP, sin saber quizás que esa unidad académica sería el centro de su vida, no solamente por su temprana y abnegada participación académica, sino también porque allí forjó relaciones y amistades que la rodearon y acompañaron siempre.

Comenzó a recorrer el camino docente en 1994. Primero como ayudante y después como jefa de trabajos prácticos de la cátedra Gorostidi-Risso-Domínguez del Taller de Historia de la Arquitectura. También fue profesora en la cátedra de Teoría de la Arquitectura, y adjunta de la materia Edificios en la Facultad de Ingeniería.

Fue en el Colegio de Arquitectos donde conoció a quien sería su compañero de vida, Juan Carlos “Carli” Gómez. Con él formó una gran familia. En 1995 nació su primera hija, Julia. Luego Diana, Paula y Alejo. En 2011 “Carli” falleció y Marina quedó a cargo de sus hijos, tarea nada sencilla pero que llevó adelante con la fortaleza y alegría que siempre la caracterizaron, enfatizan quienes la conocieron bien.

Durante su enfermedad, además de sus hijos, sus amigos la acompañaron en todo momento, en una muestra de amor incondicional.

Deja muchos y muy fuertes recuerdos. Huellas imborrables. “Siempre presente, implicada, altruista, alegre y generosa. Marina madre, hija y amiga”. Y poeta de mil poemas. Como aquel que dice: “Atravesar el tiempo es retorcer para escurrir el agua/ y deshacerse en el aire/ y volver y volver”.

 

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