Ocurrencias: el traidor y el héroe une a Nisman y a Clint Eastwood
Edición Impresa | 5 de Enero de 2020 | 02:28

Por: Alejandro Castañeda
Al destino le gustan las simetrías. Nadie parece haber reparado en una exagerada coincidencia: el miércoles Netflix presentó la serie sobre el Fiscal Nisman. Y un día después, llegó a los cines “El caso Richard Jewell”, otro gran film de Clint Eastwood. ¿Qué extraño parentesco puede vincular a estos dos estrenos basados en hechos reales? En la película, Eastwood carga contra “los dos enemigos más poderosos y manipuladores: el poder y los medios”. El film revisa la historia de un oscuro guardia de seguridad, que primero es visto como un héroe por haber descubierto tempranamente una bomba durante los Juegos Olímpicos de 1996, en Atlanta, pero luego es marcado como un tipo insignificante que fraguó el atentado para dejar atrás una vida chata y solitaria.
Lo de Alberto Nisman tiene algún parentesco, aunque por otros caminos. Héroe para algunos, mártir para otros, suicida o suicidado, pero víctima siempre, su muerte es una crónica que ha transcurrido sin pistas irrefutables de ninguno de los dos lados y que aún continúa retumbando como un suceso misterioso que, desde una incertidumbre cargada de suspicacias, le sigue pidiendo explicaciones a los que quieren beneficiarse con esa muerte.
No hay pruebas irrefutables sobre Nisman pero, unos lo siguen matando y otros lo siguen suicidando
El film de Eastwood -otra gran obra que reafirma la claridad expositiva de un magnífico contador de historias que no necesita apelar al vértigo, ni las espectacularidades ni a falsos énfasis- nos habla de cómo la opinión pública puede ser manipulada y cómo los héroes de hoy pueden ser los loquitos de mañana. Nisman investigaba en una realidad que había convertido hasta los peritajes en parte de la grieta. El oficialismo lo quería suicidado y la oposición lo quería asesinado. Estaba a horas de lanzar una grave denuncia contra la mismísima presidenta de entonces. Y su trágico destino lo puso a tiro de balazo. Nuestra historia está llena de gatillazos. El de Nisman retumbó en medio de un país que se suicida periódicamente. Y que sabe mucho de denuncias, impunidad y sospechas. Esa presidenta, ante el clamor, tuvo que admitir (y para ella corregirse es todo un sacrificio) que parecía un homicidio. Ahora, al presidente Alberto Fernández poca gracia le habrá hecho el estreno, en plena emergencia, de una serie que lo muestra como alguien que entonces no creía demasiado en la hipótesis del suicidio, pero que hoy, dueño de la banda y el bastón, cree que Nisman cada vez se suicida más.
Para quitarles lustre a estos dudosos héroes tan vapuleados, los enemigos mostraron en el film y en la serie que aquel agente de seguridad y este fiscal se acercaron demasiado a dos bombas a punto de explotar. Y de paso recordaron que cada denuncia deja siempre esquirlas comprometedoras. Nisman y Jewell aparecen en su intimidad como gente extraña, poco confiables, con rincones ocultos, poseedores de costumbres particulares que pueden dañar su imagen pero que no alcanzaron para ser bautizados como falsos salvadores.
Borges en un recordado relato explica que, por un excesivo afán protagónico, a los traidores y a los héroes les gusta jugar a ser el otro. Dejaba flotando ese acertijo para decirnos que ninguna vida es tan explícita y que la existencia de cualquier hombre está llena de zonas no aclaradas que permiten que los otros, los que lleguen después, se encarguen de ir completando unas biografías que seguirán siendo insondables e inacabadas. Todo es circular, sugería, para que nada sea definitivo.
La justicia nuestra, tan reflejada en el espejo del poder de turno, va a tener que ir rehaciendo cada pronunciamiento. Los condenados de ayer pueden ser los acusadores de mañana. Todo es circular. No hay inocentes en medio de un tembladeral que pone las culpas en entredicho para que cada gobierno pueda ir repartiendo sospechosos a gusto. El fiscal apareció muerto y no hay peritajes concluyentes que permitan afirmar que se había suicidado, o que lo habían matado o que lo habían inducido. Pero Clint Eastwood afirma: “¿Quién va a querer ser un héroe si cuando aparece uno lo crucifican?”
No hay pruebas irrefutables sobre el caso Nisman, pero por las dudas, unos lo siguen matando y otros lo siguen suicidando.
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