Alfredo Castro: “Uno está disponible a habitar cualquier cuerpo, sin importar el género”
Edición Impresa | 15 de Octubre de 2020 | 05:20

Por PEDRO GARAY
Corren los 80, años de sangre en Chile, con Pinochet al poder, el pueblo en las calles y la resistencia lista para tomar las armas: de forma clandestina, se comienza a tejer una operación, y una vieja y pobre travesti se involucra, casi sin quererlo. ¿La razón? Se enamora de un apuesto guerrillero mexicano: la de “Tengo miedo torero”, película de Rodrigo Sepúlveda, basada en la novela del activista Pedro Lemebel, y que se estrena hoy a las 22 en Cine.Ar (desde el viernes, estará en la plataforma), es ante todo una historia de amor.
“Lo que escribió Pedro es una novela de amor, un amor imposible”, asiente, en diálogo con EL DIA, Alfredo Castro, que se pone en la piel de la Loca del Frente, la protagonista de la historia. “Así lo definió el mismo Pedro Lemebel”, insiste, y cuenta que “cuando Lemebel escribe la novela, se la envía a Roberto Bolaño, y Bolaño le dice ‘pero qué es esta mierda que escribiste’. ‘Una novela rosa’, le contesta Lemebel”.
Castro, que comparte elenco con Leonardo Ortizgris (su objeto de deseo), la argentina Julieta Zylberberg y los chilenos Amparo Noguera, Luis Gnecco y Sergio Hernández, tuvo que realizar una imponente transformación física para el rol de esta enamorada mujer de los márgenes, golpeada por la vida, que incluso afirma que “yo no tengo nombre”: su apodo lo debe a su temporaria afiliación con el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, organización guerrillera marxista que buscaba desestabilizar el gobierno de facto. Castro sorprende al confesar que “me basé físicamente en Zulma Lobato. Porque Lemebel la describe un poco como es Zulma: una mujer vieja, con muy poco pelo, muy humilde y vulnerable”.
A Zulma la conoció a través del encargado del maquillaje, con el que luego trabajó para transformarse: “Me puse extensiones en el pelo, hubo que desteñirlo, teñirlo de un color naranja mal teñido, tuve que usar tacos altos, me fajé, usé vestidos, minifalda… Una serie de transformaciones muy increíbles: la primera sesión de transformación duró unas ocho horas, y luego tuve que convivir con el personaje durante un mes”, cuenta Castro.
Y luego, revela, “vino el trabajo más interno: como actor, tomé las indicaciones de Lemebel, que describe muy bien a la Loca del Frente. Yo empecé a construir primero esa cáscara, ese físico, y posteriormente indagando en la escritura de Pedro que es maravillosa, y así logré armar el personaje desde el espacio de la dignidad. Porque es un personaje que está en el filo de ser sobreactuado, estereotipado, pero por suerte pude lograr un equilibrio en la actuación”.
Ya consolidado como uno de los actores más respetados y versátiles de Latinoamérica, reconocido por su trabajo en “El Club” y de reciente paso por Argentina, donde filmó “Rojo”, no es esta la primera vez que Castro explora su lado femenino a través de un personaje: “Mi primer gran rol femenino fue Eva Perón, en una puesta de escena de una obra de Copi, hace unos diez, doce años atrás. También hice ‘Los arrepentidos’”, relata el actor, para quien estas transformaciones “han sido procesos interesantes. Dentro de mi concepción de lo que es un actor, para mi el tema del género trasciende cualquier personaje: uno como actor está disponible a cualquier cuerpo que a uno lo habite”.
Quizás fue esa concepción la que significó que, hace 15 años atrás, Lemebel citara a Castro en un bar de Santiago, “para decirme que quería que yo interpretara el rol de la Loca del Frente”. Pero aquella versión de la película, finalmente, no se hizo, como varias otras adaptaciones de “Tengo miedo torero”, única novela del cronista, activista y performer chileno que murió en 2015.
Castro cuenta que a Lemebel “lo conocía mucho, pero no éramos amigos”, porque en Santiago, la comunidad artística de su generación no era tan grande, “nos conocíamos todos”. También, agrega, admiró siempre su potencia como activista y artista, una potencia que todavía vive en las calles de la convulsa Chile.
“Pedro siempre fue una persona muy visible en Chile. Fue un performer muy importante que junto a Francisco Casas formaba un colectivo que se llamaba Las Yeguas del Apocalipsis, un grupo que irrumpía siempre en lugares públicos muy importantes. Por ejemplo, al fin de la dictadura, en la proclamación de Patricio Aylwin, irrumpieron con tacos altos, plumas, pinturas. Jugaron un rol de activistas LGBTQ muy importante, provocaba a la burguesía y al orden, siendo bastante maltratado por todo la centro izquierda, la izquierda y la derecha del mundo político”, explica Castro.
“Me basé físicamente en Zulma Lobato. Porque Lemebel la describe un poco como es Zulma: una mujer vieja, con muy poco pelo, muy humilde y vulnerable”
Hoy, sin embargo, es amado y admirado por todos los que quieren que la cosa cambie, “tras su muerte es muy seguido por la gente joven, es un ícono cultural muy importante”, dice el actor. “La homosexualidad era completamente ilegal en Chile hasta hace muy pocos años (la Ley cambió recién en 1999). Por lo tanto esta resignificación de Lemebel es importante, y acompaña un estallido social en Chile, del que se va a cumplir un año, y durante el cual la figura de Lemebel estaba en los muros, en las calles, en las consignas”.
Castro afirma que “sería fantástico” que la película ayude a difundir la obra más allá de Chile y Latinoamérica, y afirma además que allí se oculta una clave para la resistencia cultural desde el Sur: “Todo lo que implique que nuestra región se cruce, que veamos chilenos en Argentina, argentinos en Chile, eso es lo que nos va a salvar frente a una industria tan implacable como es la norteamericana: la posibilidad de hacer coproducciones, nos leamos, nos pintemos, nos actuemos”.
Y aunque el cine de la región atraviesa en ese sentido una profunda crisis que precedía incluso a la pandemia, algunas posibilidades se han abierto en estos tiempos de encierro en el que las plataformas regionales como Cine.Ar han ganado tracción y espectadores. “La gente ha podido ver una cantidad de obras de Chile muy importante, ha abierto una ventana muy interesante, pero hay que ver cómo continúa”, dice al respecto.
Son tiempos paradójicos. Las producciones artísticas están frenadas, pero a la vez “la gente, lo único que ha hecho en estos siete meses de encierro, es sobrevivir gracias al arte, escribiendo poemas, cantando, componiendo, haciendo teatro, leyendo grandes autores. Ha sido un vehículo de cohesión social muy importante en todo el mundo”.
“Es un momento difícil. Yo tengo un teatro en Chile, que está cerrado desde marzo, nunca lo pude abrir y ni siquiera visitar. Y no hay posibilidades de abrirlo, imagino que ya hasta el próximo año. Y están todas las producciones paralizadas, yo tengo tres películas detenidas y no puedo salir de Chile”, dice el intérprete
“Es un contexto muy difícil que nos ha obligado a descubrir otros lugares como internet”, analiza Castro. “Pero yo no quiero endiosar o romantizar la idea de estas plataformas: han servido para democratizar la cultura un poco, llegar a lugares a donde nunca se podía llegar, pero lo nuestro es lo vivo, el cuerpo a cuerpo, y eso no lo reemplaza nada”.
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