Creciente inseguridad en zonas donde piden más presencia policial

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Una suerte de marea de asaltos violentos a domicilios y a personas cubre a la periferia platense y genera honda inquietud en barrios y localidades como Los Hornos, Villa Castells, Abasto, City Bell o Villa Elisa, por nombrar sólo algunos lugares de los muchos en donde se registraron estos delitos en las últimas jornadas.

Vecinos, personas de edad que ni siquiera se resistieron a los asaltantes, profesionales y comerciantes, gente que vive sola o familias enteras fueron las víctimas de episodios delictivos que se caracterizaron por la extrema violencia que exhiben en esta época los delincuentes y que están colocando a la población en una situación límite, con un coincidente reclamo de más presencia policial en las calles, más patrullajes y más rápidas respuestas por parte del área de seguridad.

Una inseguridad que, además, florece cuando ya casi no quedan barrios que no cuenten con alarmas vecinales y en la casi totalidad de las casas se hayan instalado rejas, trabas, puntas de vidrio o hierro en los muros linderos y alarmas particulares, entre otros de los recaudos que la población viene adoptando para intentar prevenir los robos.

Los casos más extremos se están presentando estos días en las zonas rurales de Los Hornos y Abasto, en donde muchos productores y vecinos damnificados están siendo asaltados por bandas que se mueven en grupos de cuatro o cinco personas, que van fuertemente armados, por lo general con el rostro cubierto y en más de una ocasión vestidos con chalecos de la Policía. Las víctimas propiciatorias son los quinteros de esas localidades, golpeados y baleados en varias ocasiones.

Aquí el problema se agrava porque muchas de las víctimas acaban de señalar que los vecinos “decidieron armarse” para enfrentar la inseguridad reinante. Desde luego que no es la primera vez que, en los últimos años, se conocen estas reacciones que sólo conducen a lamentables casos de justicia por mano propia, a represalias por parte de los delincuentes y a un estado general de anomia, que las autoridades policiales deben impedir a todo trance.

Estas lamentables alternativas no se presentarían si se atendiera al constante reclamo de los vecinos, en el sentido de que en los barrios lo primero que hace falta es más presencia policial recorriéndolos. Y más patrulleros en las distintas zonas. Mientras esas dos condiciones no se cumplan, o se cumplan en forma parcial, la población platense no dejará de verse acosada por la persistencia e intensidad de una actividad delictiva que, por su sola vigencia, no deja de marcar los fracasos oficiales en el manejo del tema de la seguridad.

Se lo ha dicho muchas veces y conviene reiterarlo: fracasos que no son sólo de ahora, sino que vienen desde hace muchos años. Que se vieron reflejados por las insólitas oscilaciones en los criterios doctrinarios que se aplicaron sobre el accionar de la repartición policial. La seguridad en la Provincia saltó muchas veces, sin rubor alguno y en cuestión de segundos históricos, de la tesis de la mano dura a concepciones ultra garantistas.

En la instrumentación tendencias, inspiradas en sus momentos por concepciones tan diferentes como las de Aldo Rico y León Arslanián, se perdieron tiempos, recursos y los rumbos certeros que exige toda política de seguridad. Lo que el poder público, es decir, el imperio de la ley, no puede ni debe permitir es que la delincuencia, mientras tanto, siga causándole pérdidas de vidas y bienes a la población.

 

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