La política se vuelve a anteponer a la economía

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Ricardo Rosales

presnsa.rosalesr@gmail.com

La política institucionalizada y el cortoplacismo electoral, ahogan una vez más cualquier expectativa seria de recuperación económica de la Argentina. No es la primera oportunidad que ocurre en la rica experiencia local de fracasos, hoy remasterizada bajo la excusa de la catástrofe de la pandemia del COVID y la épica reformita anticapitalista, que remiten una vez más a la imposibilidad del país de iniciar un sendero de crecimiento sustentable, que permita de manera genuina reducir la pobreza y el desempleo. Oficialismo y oposición, con distinta envoltura e ideologías, ejercitan juegos de suma cero con ausencia del destino social y económico de la ciudadanía.

Una parte sustancial de la sociedad se movilizó en los últimos meses, con reclamos dispares pero genuinos, sin lograr sensibilizar las políticas del gobierno del presidente Alberto Fernández, pese a la profundidad de la crisis y la magnitud de la debacle económica y sanitaria. Las cifras ruinosas, irrefutables, no impidieron que la agenda económica estuviera ocupada en regulaciones absurdas, las usurpaciones, el dólar y el aumento de los controles, el riesgo de la propiedad privada, los impuestos confiscatorios, una interminable cuarentena, pasividad de gestión o una batalla imaginaria con los acreedores. Hoy la agenda de contiendas transcurre por un ajuste fiscal y a las jubilaciones y el Fondo Monetario Internacional, con fuegos cruzados en la alianza oficial, entre los que dicen despreciar el neoliberalismo y los que con tibieza se aferran a esta negociación como un talismán, que permitiría llegar con chances al Gobierno a las elecciones legislativas de octubre próximo. En la otra vereda política, con un fracaso económico reciente en la mochila, la oposición tampoco logra articular una respuesta viable que entusiasme o generar otra dinámica electoral que atienda las urgencias ciudadanas y del desarrollo.

En los últimos días de la semana pasada se rompió la corta tranquilidad cambiaria que había alcanzado el ministro Martín Guzmán, con un mix heterodoxo de intervenciones, suba de tasas de interés y promesa de reducir la emisión monetaria. El dólar blue subió unos 15 pesos y otros alternativos dieron un salto en simultáneo con la difusión del Indec de una inflación del 3,8% en octubre. La suba enciende las luces de alerta sobre el alza de precios en los meses que restan del 2020 y los que vienen el 2021. Los precios de los alimentos subieron casi 5% el mes pasado y a esto se suma que la gestión de Alberto F. ya había informado que los controles de precios y tarifas quedaban derogados el año próximo. En esos días, también asomó al público otra tormenta interna en el oficialismo, desatada por el acercamiento de Guzmán al FMI.

El titular del BCRA, Miguel Pesce, y Guzmán difundieron una foto conjunta, con la intención de disimular sus diferencias y la intervención que ejerce el titular de Hacienda desde hace unas semanas en la política monetaria. Según parece, el Presidente habría decidido mantener a Pesce, a pesar que Guzmán habría pedido su cabeza. Pero los entuertos oficiales no terminan allí. La Vicepresidenta difundió otra foto, esta vez con Martín Redrado, dando pie a una reconciliación con el economista luego de largo tiempo, cuando pidió su renuncia como presidente del BCRA a principios del 2010. Pesce estaría en el grupo de funcionarios que no funcionan según CFK. Redrado ha cuestionado públicamente el rumbo de la gestión monetaria, pero también de la económica en manos de Guzmán.

Los capítulos de cortocircuitos en la alianza gobernante continuaron. El aspecto curioso de estas lides es que ocurren a cielo abierto y no son disimuladas. Quizás Alberto F. suele aparecer como intermediario, componiendo esos enfrentamientos, aunque esos mensajes contribuyen a aumentar la incoherencia del mensaje y la acción presidencial. Son numerosos los ejemplos en que los mensajes contrapuestos se rebaten en la misma frase. Otras acciones en el oficialismo resultan más difíciles de entender. El titular del bloque de Diputados, Máximo Kirchner, llamó a una sesión especial para tratar esta semana el impuesto a las grandes fortunas que, en apariencia, Guzmán y Alberto F. estaban demorando para pavimentar un acuerdo con el FMI.

El rechazo a este impuesto es bastante amplio y es casi seguro que su sanción termine judicializado, con la intervención de la Corte Suprema. A esto se sumó una insólita carta de los senadores del PJ, dirigida a la titular del FMI, Cristalina Georgieva, con la pretensión que el organismo internacional haga una mea culpa, reconociendo que el anterior programa durante la presidente de Mauricio Macri, fue una decisión política electoral y refinancie sin más la deuda contraída por la Argentina. Los senadores también manifiestan que descreen de este acuerdo ya que sostienen todos los programas con el FMI son inútiles y contraproducentes.

También es conocido que el organismo que encabeza Georgieva, pidió un acuerdo parlamentario del acuerdo que sea negociado por la Argentina. ¿Con mayoría en el Senado, las huestes que lidera CFK, están anticipando que ese acuerdo no pasará el filtro del Congreso? ¿El mensaje es similar al de Máximo en Diputados? El plan de Olivos, que el Presidente pretende llevar adelante, se sustenta en la vacuna anti COVID para superar la crisis sanitaria, y el acuerdo con el FMI que facilite un supuesto rebote económico para enfrentar las legislativas del 2021 con algo de optimismo. ¿En que quedan estos planes y cual será el rumbo que emprenderá Olivos?

 

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