El hallazgo y una escena dramática con final de película
Edición Impresa | 16 de Noviembre de 2020 | 04:19

Mariano Spezzapria
@mnspezzapria
“¡No lo van a encontrar en el último minuto, como en las películas!”. Luis Tagliapietra, padre de uno de los 44 marinos del ARA San Juan, alentaba de ese modo a los especialistas de la empresa Ocean Infinity que, hace dos años exactamente, estaban a punto de encontrar el submarino de la Armada Argentina hundido a 950 metros de profundidad, a unos 600 kilómetros de la costa, a la altura de Comodoro Rivadavia.
La frase del padre del teniente de corbeta Alejandro Tagliapietra resonó en una sala del buque Seabed Constructor, desde donde se dirigió la operación que consiguió la “identificación positiva” del submarino. Y tuvo un sentido literal: era efectivamente el último día de una agotadora búsqueda de dos meses, que siguió las pistas de la nave que había desaparecido un año y un día antes, el 15 de noviembre de 2017.
El emotivo relato del hallazgo del ARA San Juan está contenido en un libro del periodista Gustavo Oulego, que cuenta la lucha de los familiares de los marinos luego de que el Gobierno frenara la búsqueda internacional, que tuvo la participación de 18 países. Con un acampe previo en la Plaza de Mayo, la historia desemboca en la misión de la empresa Ocean Infinity –contratada por la Armada- para hacer la última búsqueda.
A las diez de la noche del 16 de noviembre de 2018, el Seabed Constructor arribó al lugar donde se había detectado el “efecto splash” (un terreno no regular en el lecho del océano, como si algo se hubiera arrastrado por ahí), en lo que se numeró como “punto de interés 24”. En la jerga de los especialistas, la imagen tomada dos meses antes había sido clasificada como D (geológica) y luego de un análisis, pasó a ser C (probable).
Según precisó Oulego en “La búsqueda del ARA San Juan” (Editorial Galerna), el sitio se ubicaba en pleno centro del área 1, señalado siempre por la Armada. Allí bajaron el ROV, un aparato equipado con reflectores muy potentes y dos cámaras que registran imágenes. “No pasaron más de cuatro minutos cuando en las pantallas se vio claramente, tirado en el fondo del mar, un tubo de aire comprimido”, recordó Tagliapietra.
El testimonio de Luis, que estuvo acompañado por Fernando Arjona y José Luis Castillo, otros dos familiares de los marinos que, por contrato, participaron de la misión, fue preciso en detalles. “Primero se vieron pedazos de chapa. Eran desperdicios, pedazos muy chicos. El ROV siguió avanzando y se vio un mástil. Después apareció la hélice, con la línea de eje. Más adelante, la torpedera. Y por último, la vela”, relató.
En otro párrafo del texto se puede leer: “En las pantallas se pudieron vez una chaqueta de gala y un overol de control de incendios que estaban tirados en el lecho del océano”. Con ese nivel de nitidez, los especialistas pasaron “seis horas grabando imágenes del submarino”. Entre ellos estaban Andrew, el geólogo francés que detectó el “splash”; Mike, un arqueólogo nacido en las Islas Malvinas; y el jefe Timothy Maise (TJ).
El hallazgo también fue presentado por el capitán de navío Héctor Alonso, el capitán de fragata Juan Pablo Parant y el teniente de navío Ignacio Di Marco, los tres representantes de la Armada en la misión de rastreo del ARA San Juan. Todos se comprometieron más allá del plano profesional, lo mismo que los especialistas extranjeros, cuyo trabajo previo fue la búsqueda de un avión de Malasia Airlines que cayó en el Océano Indico.
“El libro cuenta la tarea profesional de un grupo de especialistas en rescatar barcos hundidos; y por otro lado, la vivencia de un hombre que cumplía dos roles, el de un padre buscando a su hijo y el de un familiar velando por la misión”, señaló a EL DIA el periodista Oulego, quien reconstruyó la historia en 20 entrevistas con Tagliapietra. “¡Te cumplí la promesa, te encontré!”, gritó Luis antes de arrojar al mar un pin con la imagen de su hijo.
El Libro reconstruye la historia de esta tragedia argentina, con la búsqueda de un padre
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