La capital sin barbijo

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Abel Blas Román | Ex intendente de La Plata

La cuarentena interminable si algo positivo ha traído es el mayor espacio para la meditación y si ésta ha sido sincera y profunda debe conducir a la autocrítica. Al comienzo hasta le pusieron barbijo a las estatuas pero muy pronto los próceres se sacarán el tapabocas y las voces de la historia nos interpelarán.

Se multiplicaron las reuniones virtuales, foros y convocatorias vinculadas al proyecto de revitalizar algunos aspectos del proyecto fundacional de La Plata que, claramente, muestran una intención, y una aceptación de la idea.

Parece cierto que todos “queremos” una ciudad mejor, que partiendo de su ejemplaridad, convoque y lidere una renovación en las actitudes y conductas de las personas y especialmente en toda la dirigencia de la sociedad civil que la compone. Pero este es sólo un ideal “el querer”, que por sí solo nada obtiene y nada logra sino va acompañado del obrar político que es el saber hacer.

¿Qué hemos hecho por recuperar el vigor original? ¿Qué le hemos dado a la ciudad para que ejerza efectivamente como Capital de la Provincia más grande? “No le temo a los corruptos, deshonestos, a los miserables que medran con el poder. Le temo más a los buenos que hacen silencio”. La frase de Martin Luther King que hemos escuchado tantas veces encapsula a la perfección lo que pasa con los hombres y mujeres de La Plata.

Al observar la magnitud de la tarea, la dimensión de la empresa, inmediatamente solemos ser ganados por el escepticismo. La prolongada decadencia da sobrados argumentos para la conclusión del “no te metas”. La sensación de fracaso, que lleva ya muchos años conlleva a la desesperanza.

Es necesario, dejar de justificarnos en la crítica de lo existente, pues al limitarnos a una exposición (aunque lúcida) de nuestro malestar con la realidad que otros manejan, nunca saldremos del diagnóstico. Cervantes, decía: “…nadie es más que otro, mientras no haga más que otro” .

En una pendiente que parece indetenible, invadidos por el desánimo, los platenses (y no solos) hemos roto el espejo de la credibilidad, no estamos dispuestos a hacer, porque no tenemos razones para creer. Solo un gran esfuerzo colectivo puede producir el demorado salto hacia delante y cumplir la misión para la que la ciudad fue fundada.

La fundación de La Plata fue una circunstancia decisiva en un ciclo de lucidez de nuestra historia y un diseño político en el que prevaleció el intelecto, sobre otras fuerzas encontradas. Si en verdad queremos escribir un guión superador, recuperar una voz fundacional, debemos comenzar por rescatar los afectos sociales y recuperar coraje cívico, rearmarnos ideológicamente de optimismo maduro y retomar la ruta histórica en la que nos puso la construcción de La Plata, que plasmó una sugerente fusión de la cultura con la política y la economía combinándolas con equilibrio y dirección al progreso.

La Universidad, si se animara a cambiar, y materializar la “usina de ideas” que imaginó Joaquín V. González, puede realizar el aporte inicial e ineluctable del pensamiento sereno y orientador, alejado de luchas intestinas sin fin y de mezquindades deformantes. “La Plata será lo que dicten las voces de sus aulas”, la cita es de Alejandro Korn. Desde ellas saldrá la posibilidad del renacimiento, esta es la misión, que exige laboriosidad, sacrificio y perseverancia. ¡¡Sí lo sabían!! Enrique V. Galli, Ataulfo Pérez Aznar, Florencio Pérez, Carlos Acevedo, Nicodemo Scenna, Hipólito Frangi , Miguel Szelagowski, José María Mainetti y René Favaloro, por no mencionar sino un puñado de paladines que impulsaron la excelencia de todas las ramas del quehacer humano.

Ese hombre de estatura pequeña y alma grande que fue don José María Prado con su espíritu indomable puso a “La Plata de Pie” cuando languidecía con la tristeza de la medianía en los fines de los 80 del siglo pasado. No necesitó ocupar ningún ministerio, ni banca ni sillón de los que desvelan a los mediocres, para movilizar el rol de capitalidad y encender el entusiasmo. ¿Murieron con don José los ciudadanos de esa estirpe?

¿Cual es el sentido que le damos a la expresión “rol de capitalidad”, cuando con ella queremos aludir al origen y destino de la ciudad de La Plata? Tal destino no se plasma ni perfecciona con ser la sede del Gobierno provincial, ni se cumple por una norma constitucional que así lo establezca. Un destino, una función y una ciudad por hacer.

La función aglutinante, la misión orientadora, la capacidad para definir los perfiles e intereses propios del Estado provincial, eran todas aptitudes cuyo reconocimiento debía ser ganado. A la legalidad de origen que le correspondía al reemplazar a la ciudad de Buenos Aires, debía sumarle la legitimidad de ejercicio, conduciendo a la Provincia y desde ella contribuir a hacer posible y vigoroso el Federalismo en la República.

Esta es la tarea inconclusa. Increíble a los 138 años.

La ciudad espera la voz fuerte, independiente y fundada de su Universidad. La feligresía requiere del respaldo espiritual de su Iglesia, cualquiera sea su credo.

La ciudadanía necesita como el aire la guía serena, clara, respetuosa y austera de sus dirigentes.

Sin una Capital erguida y lúcida no habrá provincia posible.

En este año 2020 , incierto e impredecible, en este aislamiento agobiante, acosada por un enemigo invisible la Ciudad llega a sus 138 años y espera a una generación que reencarne el alma fundacional y que con valentía, sin mezquindad, se lance a construir el porvenir con legitima esperanza de que será mejor para las generaciones venideras.

Este 19 de noviembre, sin barbijos por un instante, cuidando la salud, pero con decisión valerosa, La Plata debe comenzar a reencontrarse con su destino capital.

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