“Mi mamá está con reposo, angustiada y no quiere salir de casa”

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El lunes pasado, Margarita Piñeyro (47) fue interceptada por dos motochorros cuando llegaba a su casa de 62 entre 18 y 19 a las 8 y media de la noche, después de trabajar todo el día.

La tiraron al piso de tres culatazos, dos de los cuales le abrieron cortes en la cabeza que requirieron sutura. Adentro de su casa estaban sus dos hijos adolescentes. Selene, de 21 años, había terminado de entrenar y preparaba la cena cuando desde la ventana que da a la calle -abierta-, le llegaron los gritos de una mujer. “Pero ni mi hermano ni yo reconocimos a mi mamá, ni siquiera cuando la vimos tirada en la vereda”, contó.

Es más, la chica estaba a punto de llamar a Margarita para decirle que demorara su arribo porque algo grave estaba pasando en la puerta de su casa, cuando empezó a sonar la alarma vecinal y otros frentistas que salieron a la calle -igual que su hermano-, precipitaron el desenlace.

“Se escuchó el disparo”, recordó Selene, y fue por su hermano que se enteró de que la mujer que estaba tirada era su madre. “Entró corriendo y me dijo ‘llamá a la policía que es mamá’”.

“Vivo acá desde que nací y antes este barrio era tranquilo. El último tiempo se puso así de violento”

Selene Hija de la mujer baleada

 

La chica supuso que la habían herido en la cabeza por la cantidad de sangre que tenía, pero no; eso era por los culatazos. El balazo le impactó en una pierna, justo debajo de la rodilla, a la altura del peroné. “La bala tuvo entrada y salida. Y por suerte pasó eso, porque era un calibre 22 y me dijeron que si se quedaba en el cuerpo hubiera sido terrible”, aseguró Selene. Por lo que le relató su mamá, la joven también está convencida de que el motochorro disparó “porque empezó a sonar la alarma, vio que salían los vecinos y el compañero se quería ir; entonces no sabía si subirse a la moto e irse sin nada, o dispararle a mi mamá. Iba y venía. Y le apuntaba a la cabeza. A último momento se decidió y le tiró a la pierna, para llevarse el celular que había quedado ahí”.

Margarita se recupera por estas horas en su casa, pero “está angustiada”, señaló su hija, sobre todo cuando alguien le pregunta por el incidente y al revivirlo no puede evitar llorar. Padece también fuertes dolores en la pierna y “en 20 días tiene que ir al traumatólogo para saber si la bala”, encima, “le cortó un nervio”. De ser así requerirá rehabilitación para recuperar la movilidad, sin certeza todavía de que vuelva a caminar como antes. Lo peor es el miedo: “Ella no quiere salir; revive ese instante todo el tiempo”, cerró Selene.

 

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