Un proyecto para empoderar a las mujeres y al ecosistema
Edición Impresa | 4 de Noviembre de 2020 | 05:19

Entre las tierras áridas de Rajastán, India, rodeado de minas de mármol, hay un oasis, un pequeño pueblo llamado Piplantri, donde las mujeres ya no tienen miedo de dar a luz a una niña: desde 2005, cada vez que nace una niña en Piplantri, se plantan 111 árboles en su nombre para celebrar la ocasión, en un país donde muchas bebas son descartadas y las mujeres son forzadas a casamientos muy jóvenes porque representan una carga económica para sus familias.
Lo curioso es que el proyecto, el eje del documental “Hermanas de los árboles”, documental de Camila Menéndez y Lucas Peñafort que se estrena mañana en Cine.Ar, no solo generó conciencia sobre la situación en India y ayudó a alivianar el estigma que pesa sobre las mujeres. También permitió a las mujeres adultas del pueblo, empoderadas por el proyecto, desarrollar un proyecto autogestivo alrededor de las plantas cultivadas alrededor de los árboles: “El empoderamiento pasa por la cuestión económica: la mujer al tener dinero toma sus decisiones. Eso es revolucionario”, dice Peñafort, en diálogo con EL DIA. Y los árboles no solo dieron potencia a las mujeres: también mejoraron notablemente el entorno desértico del pueblo y elevaron los niveles de las napas de agua a través de las raíces de los árboles.
Y sin embargo, el documental de Menéndez y Peñafort comienza con un hombre talando un árbol. Porque, claro, esta es la historia de un pueblo, su proyecto y sus mujeres, pero también de sus resistencias.
“Existen lógicamente resistencias, lobbys poderosos como las mineras, que te preguntan para qué querés desarrollar la agricultura, si vos vas a ganar un buen sueldo y vas a poder comprar la comida que te haga falta. Pero eso es pan para hoy para hambre para mañana: si el precio de una materia prima, el mármol en el caso de Piplantri, baja en el mercado internacional, ellos están sujetos a esa fluctuación”, explica Peñafort.
“Pero los lobbys generan el discurso de que es la única alternativa económica que tienen”, agrega el cineasta. “Por eso, lo valioso del proyecto es que demuestra que se puede generar un círculo virtuoso cuidando el medioambiente, protegiendo a las mujeres y saliendo de las formas neocoloniales y extractivistas. Para nosotros ese era un gran atractivo: todos estos elementos se conjugaban en un solo proyecto, con un gran potencial para inspirar a otros pueblos aledaños, que tienen realidades similares, con sus canteras, y que sigue rigiendo casar a sus niñas a temprana edad”.
Ahora, ¿cómo llegaron dos cineastas de América del Sur hasta India, para filmar una película sobre Piplantri? “Queríamos hacer un viaje a India, y filmar algún relato que nos movilizara. Una amiga había estado antes y había encontrado el pueblo, nos comentó sobre el lugar y el proyecto y no lo podíamos creer, queríamos contar esa historia”, cuenta la génesis Peñafort.
La dupla se puso en contacto con Shyam Sunder Paliwal, un hombre que perdió a una hija de 16 años y decidió plantar un árbol en su memoria. En su dolor, no podía creer que a veces las personas pudieran poner fin a la vida de su propia hija, sólo por razones económicas. Entonces se dio cuenta de que los árboles deberían plantarse no para conmemorar la muerte, sino para celebrar la vida de todas las niñas: así nació el proyecto de los 111 árboles.
Paliwal, muy respetado en la zona y gobernante del pueblo en varias ocasiones, apadrinó a la dupla de realizadores y eso permitió que el resto de Piplantri “nos abrieran las puertas a su mundo”, cuenta Menéndez. A partir de allí, “hicimos todo un trabajo para conocer, acercarnos y escuchar a las mujeres”, algo que resultó un desafío. “Queríamos que las protagonistas fueran las mujeres del pueblo, pero las muejres nunca habían sido protagonistas de nada: en India el feminismo está en otro estadío, a las mujeres no se les pregunta opinión, no son protagonistas, no son el centro en ninguna circunstancia de la vida”, explica la realizadora. Entonces, “cuando decidimos hacer foco sobre ellas, no entendían por qué. Porque además tampoco hay cine, hay tele pero el concepto de documental no está muy instalado. Así que no les gustaba abrirse, mostrar su vida, tenían miedo. En eso nos ayudó mucho la cercanía y Paliwal”.
Fue, de todos modos, un proceso largo, con un traductor que tenía que viajar dos horas para llegar al sitio, porque nadie hablaba en inglés en el pueblo. “El idioma fue una barrera importante, en el pueblo no había gente que hablara en inglés, hablaban mewari. Es la primera película hecha en mewari, de hecho. El traductor venía de dos horas de distancia, y no estaba siempre disponible, así que teníamos frases anotadas en mewari en una libretita que nos permitía filmar de forma observacional”, comenta Menéndez.
“Desarrollamos una comunicación no lingüística, y en muchos casos filmábamos por intuición, no sabíamos lo que decían”, suma Peñafort, algo que, dice su compañera, “te agudiza los sentidos, percibís otras cosas, a veces uno se queda muy atrapado en lo que es el lenguaje, pero nosotros estábamos pendientes de los movimientos, la plástica. Igual, nos pasó muchas veces que pensábamos que estaban hablando de algo interesante: estábamos dos horas filmando… y estaban hablando de abrir una cuenta en el banco”.
Superados los obstáculos, Menéndez y Peñafort consiguieron cerrar su documental, y entonces, cuando llegaba lo mejor, la hora del estreno, estalló la pandemia, y la película quedó confinada a la pantalla chica.
“Somos románticos: al principio de la pandemia quisimos esperar a que volvieran los cines, queríamos militar la vuelta a los cines, la reunión frente a una pantalla nos parece hermosa e importante”, dice Menéndez. Pero pasaba el tiempo, y mientras por un lado las salas no daban señales de reabrir, el online aparecía como una interesante ventana para mostrarse a nivel federal.
“Empezamos a ver estrenos de otras películas a las que le ha ido muy bien y han recibido devoluciones de todo el país, una oportunidad que en la vida anterior no era muy accesible”, dice al respecto Peñafort. Por otro lado, se filtró la película en una plataforma de India, y la vio muchísima gente: “Tuvimos una premiere pirata”, se ríe el director, “con la película mal comprimida, sin subtítulos, se filtró a YouTube… Y nos dimos cuenta de que en este momento no podés sentarte arriba de una película cuatro años. Es incontenible”.
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